El Museo ABC rescata a Eulogio Varela, maestro del modernismo madrileño.
Portada de «Blanco y Negro», núm. 558, 11 de enero de 1902
MUSEO ABC NATIVIDAD PULIDO / MADRID
Una exposición reúne tres centenares de obras de este gran ilustrador y
diseñador, que trabajó para «Blanco y Negro» desde 1898 hasta 1936. Hizo en
esos años unos 1.400 trabajos
Artista polifacético –diseñador, ilustrador, pintor,
decorador...–, Eulogio
Varela tocó muchos palos, y
casi todos con el mismo acierto: su talón de Aquiles fue, quizás, la pintura.
Fue, en palabras de Inmaculada Corcho, directora del Museo ABC,
«un hombre del Renacimiento en la época del automóvil y la industrialización de las
artes». Mientras media España se hundía en el pesimismo en un oscuro fin de
siglo, él apostaba fuerte por la modernidad. Cumplía a la perfección este
tópico de ser un adelantado a su tiempo. En realidad, lo fue: impulsó las principales corrientes
estéticas europeas a comienzos del siglo XX. Pero la Historia suele olvidar
a sus genios en la trastienda de la memoria. Es el caso de Eulogio Varela.
El Museo
ABC ha querido saldar una deuda, al
tiempo que rendir homenaje a uno de los artistas más destacados y
con mayor presencia de su colección, una
de sus figuras clave. Es uno de los ilustradores que más tiempo estuvo
trabajando en Prensa Española, primero en«Blanco y Negro» y, después, en ABC. Concretamente, desde 1898
hasta que estalló la Guerra Civil, en 1936. Tiempo suficiente (38 años) para
realizar unos 1.400 trabajos.
El primer dibujo que publicó en «Blanco y Negro» fue «El criado del centurión».
Trabajar en las publicaciones de Prensa Española fue su gran proyecto
artístico. Pero también hizo las labores de confeccionador de la revista, lo
que hoy equivaldría a director de arte.
Ausencia injustificada
Desde 2004 Antonio
Aparicio lleva investigando a
fondo la vida y obra de Varela, gracias a lo cual se puede revisar ahora su
figura con esta completa
exposición y el exhaustivo
catálogo que la acompaña. «Es injustificada
su ausencia casi total en los anales del arte modernista nacional y de la
ilustración gráfica en
particular –se lamenta Aparicio, comisario de la muestra–; rompió con los
límites impuestos que habían separado los terrenos del arte, la artesanía y el
diseño».
Bajo el título «Eulogio
Varela. Modernismo y Modernidad», la muestra reúne, hasta el 22 de junio, en
el Museo ABC
(Amaniel 29-31) casi tres centenares de obras, que
repasan todas las facetas de su carrera. Encerrados en vitrinas y en
archivadores, hay grandes
tesoros por descubrir: magníficos dibujos, bellísimas caligrafías,
preciosos diseños de joyas, vidrieras y mobiliario... Varela combina, como
pocos, las labores de artista, artesano, orfebre y diseñador gráfico, llevadas
a cabo siempre con tanto
oficio como humildad.
En silencio, a hurtadillas
ARCHIVO ABC
Eulogio Varela,
dibujando al aire libre en sus últimos años
Eulogio Varela se convirtió en el
más reconocido ilustrador modernista de la capital. Pese a ello, tan solo
se le habían dedicado hasta la fecha dos exposiciones monográficas: en 1974, en
la galería Art-Press, y en 1980, en el Puerto de Santa María, que se convirtió
en un homenaje. «Varela dignificó el sentido democratizador y socializador de
las artes decorativas en el modernismo madrileño –comenta el comisario–. Y lo
hizo con la austeridad del artesano, a
hurtadillas, en silencio, sin vanagloria ni vanidades». Antonio Aparicio
advierte claras diferencias
entre el modernismo madrileño y el catalán: «Madrid nunca contó con el peso
ideológico y calidad del modernismo catalán, sí lo hizo a través de un corpus y
un apego cosmopolita en el campo del dibujo. En Cataluña hubo un modernismo de sesgo nacionalista,
tradicional, conservador y de
enorme sentir religioso auspiciado por la alta burguesía catalana que fue
utilizado como lenguaje estético particular».
Aunque su estilo tenía un pie en el costumbrismo y el realismo,
se identifica especialmente por incorporar a su trabajo los lenguajes
modernistas que imperan en la Europa de la época: el Art Nouveau, los prerrafaelitas
británicos, la Secesión vienesa, el grafismo alemán... e incluso las estampas japonesas. Uno
de sus referentes más claros fue el artista checo Alphonse Mucha, a quien CaixaForum le dedicó una exposición hace unos
años. Pero hay otros nombres muy ligados a él: Picasso, Juan Gris, Emilio Sala,
que fue su mentor... Al primero lo conoció en 1901, cuando el malagueño funda
en Madrid la revista «Arte Joven». Gris fue un buen amigo. Coincidieron en
«Blanco y Negro» en 1906. «Es el más modernista de todos y el más próximo a mi
sensibilidad», decía de él Varela. Cuelgan en la muestra también obras de
Canals, Xaudaró, Casas y Gris, entre otros, para contextualizar el trabajo de
Eulogio Varela.
Wagner y la Edad Media
Por sus papeles desfilan caballeros,
hadas, doncellas, dragones, serpientes, cisnes... Nos topamos con personajes como Don
Quijote, Lohengrin o Brunilda. Y es que en su trabajo se cuelan la estética wagneriana y el gusto por el neohistoricismo, lo medieval,
la Antigüedad clásica... Asimismo, hay un gusto especial en Varela por lo místico, fantástico, esotérico,
oculto y maldito. La naturaleza (formas vegetales y florales) y la mujer
moderna –ideal de ese cosmopolitismo modernista– se convierten en los grandes
temas de sus trabajos, siempre con un halo de erotismo
y sensualidad.
En la exposición no faltan buenos ejemplos de su maestría en el diseño gráfico,
un terreno en el que fue un referente. Se exhiben en las salas del Museo ABC orlas, grecas, frontispicios,
caligrafías, letras capitales muy ornamentadas, monogramas, colofones,
fotomontajes... Eulogio Varela llegó a tener su propio taller de artes gráficas en
la calle Hortaleza de Madrid,
donde hacían ilustraciones de libros («Madrid íntimo»), carteles (una fábrica
de mosaicos, una imprenta alemana) o anuncios publicitarios: colaboró con
Perfumes Gal y Floralia. Siempre con una
estética preciosista y decadente, marca de la casa.
Creador, pedagogo y un gran teórico
Eulogio
Varela (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1868-Cercedilla, Madrid, 1955) se
trasladó muy joven con su familia a Valladolid y años después a Madrid, donde
se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando e ingresó en el
taller de Alejandro Ferrant. En 1897 participó en el famoso concurso para la
elección del cartel de «Anís el Mono». Quedó en tercer lugar, resultando
ganador Ramón Casas. En 1901 decoró, con Emilio Sala, el telón del Teatro
Español por encargo de la actriz María Guerrero. Además de «Blanco y Negro» y
ABC, colaboró con varias revistas:«La Ilustración Española y Americana»,
«Madrid Cómico», «Helios»...
En 1908
logra la primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Junto a su
producción artística, desarrolló una intensa labor teórica y pedagógica. Fue
profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y autor de dos
publicaciones de referencia internacional: «Temas de composición decorativa» y
«La letra y su teoría constructiva». En 1934 se retiró a su casa de Cercedilla,
donde retomó la pintura.
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