El alcance de una revista
Una constalación de perspectivas. Arriba, la 'Segunda Serie Roja' de Luis Gordillo. Debajo de ésta, 'Bodegón del crimen' (1984) de Patricia Gadea. A su derecha, una obra de Juan Navarro Baldeweg incluida también en la ambiciosa exposición del CAAC. Sobre estas líneas, una obra de Jean-Michel Basquiat de 1983, 'Beast'.
La exposición no cuenta la historia de la revista, si por historia entendemos cuanto hicieron y padecieron los fundadores de Figura. Pero a estas alturas, tal definición de historia, pese a formularla Aristóteles, queda algo estrecha y conviene ensanchar horizontes de modo que historia signifique caracterizar los años en que se editó la revista (qué inquietudes culturales había en el Estado español, qué direcciones artísticas pujaban dentro y fuera de sus fronteras) y señalar cómo se posicionó la publicación en ese estado de cosas. En estos aspectos se centra la muestra que el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo dedica a Figura, evitando anécdotas y sucedidos en los que fácilmente suele extraviarse la memoria.
La revista Figura se publica en Sevilla, entre 1983 y 1986, impulsada por tres autores, Pepe Espalíu, Rafael Agredano y Gillermo Paneque, alumno aún alguno de ellos de la Facultad de Bellas Artes. Son años culturalmente agitados. Hasta poco antes, la dictadura dejaba su huella disciplinaria aun en los artistas que la combatían y había autores que se sentían obligados a explicar y justificar por qué hacían arte así y evitaban hacerlo de otra manera. Estas reservas las había disipado en buena parte el desenfadado eclecticismo y la sensualidad de la vida y el color de los artistas agrupados en la Nueva Figuración Madrileña. La exposición titulada 1980, celebrada en otoño de 1979, fue casi programática al respecto. Algunas de sus ideas las prolonga y radicaliza el texto de Rafael Agredano en el número cero de Figura, al decir que a la pintura le falta cabaret y le sobra espíritu conventual y éticas mal entendidas, cuando no falsas. Número cero que tiene como protagonista a Luis Gordillo, referencia obligada para los autores de la Nueva Figuración.
La exposición dedica un espacio a cada número de la revista. Si reserva el primero a Gordillo (Segunda Serie Roja) el segundo lo asigna a Guillermo Pérez Villalta, componente de la misma Nueva Figuración, que había diseñado la portada del siguiente número. Aquí aparece ya con claridad el legado de Figura. De un lado, la atención a las direcciones artísticas del momento: el gran lienzo de Schnabel concreta la atención prestada a la nueva pintura norteamericana. De otro, el pluralismo: Pérez Villalta que, comparte sala con el autor neoyorquino, declara a la revista que la pintura americana le aburre soberanamente.
Aparecen así tres elementos decisivos en la concepción de la revista. Uno de ellos, la elección de diseñador de la portada, sucesivamente Miquel Barceló, José María Sicilia, Chema Cobo, Ferrán García Sevilla, Juan Navarro Baldeweg y María Gómez, autores significativos del momento de los que pueden verse en la muestra obras de aquellas fechas que, en algún caso, fueron las más acertadas de su ejecutoria. En segundo lugar, la atención prestada, sobre todo, a tres direcciones artísticas que se disputan entre ellas el liderazgo de la época: junto a la citada nueva pintura norteamericana, la transvanguardia italiana y el neoexpresionismo alemán. A las entrevistas a distintos autores de tales tendencias, hechas por Espalíu, entonces en París, Guillermo Paneque o Gerardo Delgado, se unen las acertadas críticas de Kevin Power y otros textos que evalúan la escultura británica (Juan Muñoz), losgraffitis neoyorquinos (Aurora García) o la obra de Georg Baselitz (Juan Vicente Aliaga), entre otros. Si las entrevistas poseen el atractivo de la palabra inmediata del autor (completada a veces con textos o poemas del propio artista), los textos críticos ofrecen a la vez el panorama del quehacer de la época y los conceptos y categorías que se van acuñando para hablar de arte, ideas que supusieron una renovación en la teoría del arte. Por último, aunque no en último lugar, el tercer elemento que ya he citado antes: el pluralismo de perspectivas y opiniones, nota propia de un arte, el contemporáneo, que se caracteriza, al menos eso defendía Arthur C. Danto, por no excluir ninguna propuesta, siempre que reposara en una idea rigurosa.
La exposición ofrece así una sucesión de obras que resumen la actividad e inquietudes de los años 80, dentro y fuera del Estado español, y proporciona pistas y fuentes para entender las ideas en presencia: los números de Figura al final de la muestra son una invitación para sumergirse en tal debate teórico.
Hay aún algo más: el dibujo, decenas de dibujos, de los que publicó la revista. Recuperados unos de carpetas olvidadas por los propios autores, sustituidos en otros casos los originales (que se perdieron con los archivos de la revista) por trabajos de esos mismos años, las obras de Antonio Sosa y Juan Uslé, Curro González y Patricia Gadea, Federico Guzmán, Jose María Bermejo y Moisés Moreno, entre otros, completan y sazonan esta ambiciosa exposición.
La revista Figura se publica en Sevilla, entre 1983 y 1986, impulsada por tres autores, Pepe Espalíu, Rafael Agredano y Gillermo Paneque, alumno aún alguno de ellos de la Facultad de Bellas Artes. Son años culturalmente agitados. Hasta poco antes, la dictadura dejaba su huella disciplinaria aun en los artistas que la combatían y había autores que se sentían obligados a explicar y justificar por qué hacían arte así y evitaban hacerlo de otra manera. Estas reservas las había disipado en buena parte el desenfadado eclecticismo y la sensualidad de la vida y el color de los artistas agrupados en la Nueva Figuración Madrileña. La exposición titulada 1980, celebrada en otoño de 1979, fue casi programática al respecto. Algunas de sus ideas las prolonga y radicaliza el texto de Rafael Agredano en el número cero de Figura, al decir que a la pintura le falta cabaret y le sobra espíritu conventual y éticas mal entendidas, cuando no falsas. Número cero que tiene como protagonista a Luis Gordillo, referencia obligada para los autores de la Nueva Figuración.
La exposición dedica un espacio a cada número de la revista. Si reserva el primero a Gordillo (Segunda Serie Roja) el segundo lo asigna a Guillermo Pérez Villalta, componente de la misma Nueva Figuración, que había diseñado la portada del siguiente número. Aquí aparece ya con claridad el legado de Figura. De un lado, la atención a las direcciones artísticas del momento: el gran lienzo de Schnabel concreta la atención prestada a la nueva pintura norteamericana. De otro, el pluralismo: Pérez Villalta que, comparte sala con el autor neoyorquino, declara a la revista que la pintura americana le aburre soberanamente.
Aparecen así tres elementos decisivos en la concepción de la revista. Uno de ellos, la elección de diseñador de la portada, sucesivamente Miquel Barceló, José María Sicilia, Chema Cobo, Ferrán García Sevilla, Juan Navarro Baldeweg y María Gómez, autores significativos del momento de los que pueden verse en la muestra obras de aquellas fechas que, en algún caso, fueron las más acertadas de su ejecutoria. En segundo lugar, la atención prestada, sobre todo, a tres direcciones artísticas que se disputan entre ellas el liderazgo de la época: junto a la citada nueva pintura norteamericana, la transvanguardia italiana y el neoexpresionismo alemán. A las entrevistas a distintos autores de tales tendencias, hechas por Espalíu, entonces en París, Guillermo Paneque o Gerardo Delgado, se unen las acertadas críticas de Kevin Power y otros textos que evalúan la escultura británica (Juan Muñoz), losgraffitis neoyorquinos (Aurora García) o la obra de Georg Baselitz (Juan Vicente Aliaga), entre otros. Si las entrevistas poseen el atractivo de la palabra inmediata del autor (completada a veces con textos o poemas del propio artista), los textos críticos ofrecen a la vez el panorama del quehacer de la época y los conceptos y categorías que se van acuñando para hablar de arte, ideas que supusieron una renovación en la teoría del arte. Por último, aunque no en último lugar, el tercer elemento que ya he citado antes: el pluralismo de perspectivas y opiniones, nota propia de un arte, el contemporáneo, que se caracteriza, al menos eso defendía Arthur C. Danto, por no excluir ninguna propuesta, siempre que reposara en una idea rigurosa.
La exposición ofrece así una sucesión de obras que resumen la actividad e inquietudes de los años 80, dentro y fuera del Estado español, y proporciona pistas y fuentes para entender las ideas en presencia: los números de Figura al final de la muestra son una invitación para sumergirse en tal debate teórico.
Hay aún algo más: el dibujo, decenas de dibujos, de los que publicó la revista. Recuperados unos de carpetas olvidadas por los propios autores, sustituidos en otros casos los originales (que se perdieron con los archivos de la revista) por trabajos de esos mismos años, las obras de Antonio Sosa y Juan Uslé, Curro González y Patricia Gadea, Federico Guzmán, Jose María Bermejo y Moisés Moreno, entre otros, completan y sazonan esta ambiciosa exposición.
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