18 de agosto de 2014

ARTE / ARTE

La descendencia española de Manet

En «La amante del pintor» Eduardo Manet recrea su parentesco con el genio del impresionismo

La descendencia española de Manet
«Retrato de Eva Gonzàles» (1869-1870), de Édouard Manet

La vida de Eduardo Manet, posible nieto de Édouard Manet, el genio del impresionismo, es una novela escrita entre su Cuba natal y Francia, donde reside desde 1968. En París hizo teatro con Barrault, fue cineasta, bailarín de tangos y novelista: «Tocar tantas teclas -siempre que lo hagas bien- es algo normal en América, pero los franceses no lo ven así y sólo eres un touche-a-tout», nos comenta.

«La amante del pintor» es una novela que empezó a escribirse a finales de los años cuarenta. Eduardo tenía diecisiete años, publicaba sus primeros artículos en el periódico cubano «El Pueblo» y compaginaba el teatro con los estudios universitarios. Una noche, su padre, exsenador y abogado, dejó caer una frase en medio de la cena:«¿Sabes que descendemos del pintor?». El joven la recibió con escepticismo burlón.
A la muerte de su progenitor, Eduardo paseaba por la Tate Gallery de Londres cuando un lienzo llamó su atención: una mujer pintando un cuadro. Le pareció un canto de amor: «Proclamaba, con cierta insolencia, una pasión ardiente entre el pintor y su modelo». Bajó la vista para leer el título: «Retrato de Eva Gonzalès». Autor: Édouard Manet. La visión de aquella obra obró como una revelación en el joven Eduardo: «Fue un verdadero shock que me empujó a refugiarme en la abadía de Wenminster; cuando mi padre me habló de ese parentesco no me lo creí y ahora me veía empujado a indagar en mis orígenes».

Amante de la pintura

Años después, su editor francés le pidió que lo contara todo de forma novelada. Una joven aprende pintura y acaba de modelo de un pintor genial de dudosa reputación. «La amante del pintor» no es una vindicación genealógica: «Sería un error presentarme como nieto de Manet: este libro habla sobre el amor y la pasión por la pintura».
El escritor nos muestra una imagen de su padre. Madrileño de nacimiento se nacionalizó cubano, ejerció la abogacía y el periodismo como subdirector del diario «El Pueblo». Fue, también, ministro de educación en el gobierno más honesto de la República Cubana, antes de Machado y Batista. Su hijo Eduardo compartió sesiones de cine con Gutiérrez Alea, Cabrera Infante, Néstor Almendros y Raúl Castro, al que recuerda «flaquito, chinito y chiquitito, muy diferente de su hermano Fidel, pero más pragmático». En Cuba, añade, «no existe el comunismo, sino un poder familiar y mafioso que contó con el apoyo de la URSS».
A partir de los cuadernos de su tía Juana, Eduardo fue reconstruyendo la relación de la hermana de esta, Eva González, con el maestro del impresionismo: «Manet tuvo muchas amantes, pero sólo amó la pintura; por eso siguió casado con aquella holandesa que llevaba la casa y le dejaba libertad». Miembro de la Societé de Gens de Lettres que inauguró Balzac, sintió una íntima satisfacción cuando vio en la lista de presidentes a su tatarabuelo Emmanuel Gonzalès.
La amante de Manet, Berthe Morisot, escribió en una carta que Eva iba a Madrid para tener el hijo bastardo del pintor. Se dijo que Manet falleció a causa de la sífilis pero en realidad, puntualiza Eduardo, se debió a la enfermedad de Charcot, una parálisis progresiva de los músculos de la que todavía se se desconocen las causas: «Mi mujer, Veronique, padeció esa misma enfermedad, y a ella dedico el libro». En cuanto al destino de Eva, se fue poco después de Manet. Corría mayo de 1883: la versión oficial habló de una ruptura de un vaso sanguíneo, peroEduardo Manet cree que murió de amor: «Manet fue el único hombre de su vida. Su ideal y su razón de vivir».

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