ARTE / ARTE
La descendencia española de Manet
En «La amante del pintor» Eduardo Manet recrea su parentesco con el genio del impresionismo
«Retrato de Eva Gonzàles» (1869-1870), de Édouard Manet
La vida de Eduardo Manet, posible nieto de Édouard Manet, el genio del impresionismo, es una novela escrita entre su Cuba natal y Francia, donde reside desde 1968. En París hizo teatro con Barrault, fue cineasta, bailarín de tangos y novelista: «Tocar tantas teclas -siempre que lo hagas bien- es algo normal en América, pero los franceses no lo ven así y sólo eres un touche-a-tout», nos comenta.
«La amante del pintor» es una novela que empezó a escribirse a finales de los años cuarenta. Eduardo tenía diecisiete años, publicaba sus primeros artículos en el periódico cubano «El Pueblo» y compaginaba el teatro con los estudios universitarios. Una noche, su padre, exsenador y abogado, dejó caer una frase en medio de la cena:«¿Sabes que descendemos del pintor?». El joven la recibió con escepticismo burlón.
A la muerte de su progenitor, Eduardo paseaba por la Tate Gallery de Londres cuando un lienzo llamó su atención: una mujer pintando un cuadro. Le pareció un canto de amor: «Proclamaba, con cierta insolencia, una pasión ardiente entre el pintor y su modelo». Bajó la vista para leer el título: «Retrato de Eva Gonzalès». Autor: Édouard Manet. La visión de aquella obra obró como una revelación en el joven Eduardo: «Fue un verdadero shock que me empujó a refugiarme en la abadía de Wenminster; cuando mi padre me habló de ese parentesco no me lo creí y ahora me veía empujado a indagar en mis orígenes».
Amante de la pintura
Años después, su editor francés le pidió que lo contara todo de forma novelada. Una joven aprende pintura y acaba de modelo de un pintor genial de dudosa reputación. «La amante del pintor» no es una vindicación genealógica: «Sería un error presentarme como nieto de Manet: este libro habla sobre el amor y la pasión por la pintura».
El escritor nos muestra una imagen de su padre. Madrileño de nacimiento se nacionalizó cubano, ejerció la abogacía y el periodismo como subdirector del diario «El Pueblo». Fue, también, ministro de educación en el gobierno más honesto de la República Cubana, antes de Machado y Batista. Su hijo Eduardo compartió sesiones de cine con Gutiérrez Alea, Cabrera Infante, Néstor Almendros y Raúl Castro, al que recuerda «flaquito, chinito y chiquitito, muy diferente de su hermano Fidel, pero más pragmático». En Cuba, añade, «no existe el comunismo, sino un poder familiar y mafioso que contó con el apoyo de la URSS».
A partir de los cuadernos de su tía Juana, Eduardo fue reconstruyendo la relación de la hermana de esta, Eva González, con el maestro del impresionismo: «Manet tuvo muchas amantes, pero sólo amó la pintura; por eso siguió casado con aquella holandesa que llevaba la casa y le dejaba libertad». Miembro de la Societé de Gens de Lettres que inauguró Balzac, sintió una íntima satisfacción cuando vio en la lista de presidentes a su tatarabuelo Emmanuel Gonzalès.
La amante de Manet, Berthe Morisot, escribió en una carta que Eva iba a Madrid para tener el hijo bastardo del pintor. Se dijo que Manet falleció a causa de la sífilis pero en realidad, puntualiza Eduardo, se debió a la enfermedad de Charcot, una parálisis progresiva de los músculos de la que todavía se se desconocen las causas: «Mi mujer, Veronique, padeció esa misma enfermedad, y a ella dedico el libro». En cuanto al destino de Eva, se fue poco después de Manet. Corría mayo de 1883: la versión oficial habló de una ruptura de un vaso sanguíneo, peroEduardo Manet cree que murió de amor: «Manet fue el único hombre de su vida. Su ideal y su razón de vivir».
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