“De donde se aleja el arte es de la convención”
Alejada de los circuitos artísticos durante años, la pintora donostiarra vuelve a escena con la publicación de ‘Idoia Montón’, un libro en el que repasa su trayectoria
ANE ARALUZEA IKER AZURMENDI - Lunes, 25 de Agosto de 2014 -
DONOSTIA - Tras un aislamiento voluntario, Idoia Montón (Donostia, 1969) muestra 23 años de trabajo pictórico en un ejemplar que ha contado con textos del reconocido artista Javier Peñafiel y la célebre historiadora de arte Rosa Queralt. A pesar de su reincorporación al mercado del arte, mantiene el espíritu revulsivo que la caracterizó desde sus inicios: “Un artista no puede someterse a perder el deseo de transformación”, señala.
¿Cómo es posible recopilar el trabajo de 23 años en un solo libro?
-Yo no hubiera sabido hacerlo; uno está demasiado dentro de su trabajo. Una persona exterior que domine las ideas y el lenguaje de la pintura tiene la capacidad y la distancia como para hacer un orden más exhaustivo. Cuando pedí ayuda a Rosa Queralt me dijo que su mejor habilidad es poner orden en el caos. Y creo que lo ha hecho muy bien.
El libro ha sido publicado tras lograr la beca Eremuak. ¿Habría sido posible sin ese galardón?
-De ninguna forma. No tengo la capacidad económica de hacer una autoedición, aunque he contado casi todo el tiempo con ayuda de personas de mi entorno. Además, el hecho de que Eremuak haya becado este proyecto también lo eleva, de alguna manera, entre los demás; le da una proyección que lo legitima.
Javier Peñafiel y Rosa Queralt han ayudado mucho en su labor, pero, ¿cuál ha sido su aportación?
-Su aportación es constante desde hace varios años. Hay una empatía y unos valores comunes en cuanto al arte, y también con respecto al lenguaje del arte. Hemos colaborado en proyectos anteriores, para mí supone un gran apoyo porque están a un nivel de reconocimiento mayor que el mío y me han ido abriendo puertas. A la vez, son las personas que más capacitadas considero para hablar de mi trabajo.
Entonces realizan un análisis con el que se siente identificada.
-Sí, me siento identificada con ellos a través de la amistad que nos une.
Además de crear arte, ¿le resulta necesario reflexionar sobre él?
-El arte se explica por sí mismo o no se explica, es independiente de toda explicación. Javier Peñafiel hace un análisis sobre mi trabajo que tiende a ser político, mientras que Rosa Queralt hace un análisis más abstracto. Pretenden dar a las personas claves para que lleguen a mi obra. Quiero que mi pintura sea un espejo donde uno se contempla; se trata de entrar y encontrar su vida reflejada.
En sus comienzos en la escultura tuvo a Ángel Bados como mentor. ¿Qué enseñanzas recuerda?
-De él aprendí que se debía construir una entidad que funcionara por sí misma, que no necesitase explicación. El ente debe tener un poder final, un orden, una estructura... algo que lo sostenga y que le dé esa fuerza.
¿En qué momento decidió que la pintura era realmente su medio de expresión?
-Empecé en Arteleku con Ángel Bados, tuve éxito; pero mientras avanzaba me di cuenta de que mi escultura tendía a ser plana. Nos habían enseñado a no quedarnos anclados en una forma de hacer, porque así matas al objeto artístico. Entonces me liberé y empecé a utilizar la pintura. En un principio también era plana, articulada de forma escultórica, pero poco a poco fui haciéndola más compleja; la pintura me iba llevando y quise incorporarla a la realidad. Quería llegar a la mayor parte de gente posible y, para ello, la pintura figurativa era un medio perfecto.
Alguna vez ha mencionado que ha querido emprender un camino que busca un nuevo mundo, ¿por qué?
-Me identifico mucho con una frase de Albert Camus que dice que “el arte o es rebelde o no es arte”. El autor no soporta la realidad y la única forma que tiene para sobrevivir es escribiendo otra paralela con más sentido. Pienso en una realidad que posea más valores, que neutralice la propaganda barata o las formas hipócritas del sistema... Es una forma de pensar la pintura y el arte. La función del arte es su poder de transformación.
Durante una época vivió en la casa okupa Arditurri de Oiartzun. ¿Cómo le influyó esa experiencia?
-En las minas de Arditurri quedé alucinada de su belleza, tenía una sensación plena de libertad. Es un mundo muy libre que me maravilló visualmente en una época en la que tenía una sensibilidad especial. Como resultado están esas pinturas muy espirituales, que retratan la naturaleza y los sentimientos que esta me producía.
¿Le resulta más fácil encontrar inspiración fuera de los convencionalismos sociales?
-Precisamente de donde se aleja el arte es de la convención. Hubo una época en la que mi forma de hacer se acercaba lo máximo a la convención sin sobrepasarla, porque la convención puede matar cuando es mala, cuando te obliga a un protocolo sistemático que tú no deseas.
Sin embargo, los artistas necesitan combinar el mundo alternativo con el institucional para sobrevivir.
-El mundo institucional es institucional, pero está integrado a elementos que no practican la convención, sino que la superan. Procuro acercarme a la convención para llegar a más personas. Se pueden aprender cosas del mundo institucional, pero si te entregas, mueres en el sentido artístico, porque la actitud rebelde desaparece. Un artista no puede someterse a perder el deseo de transformación.
¿Se ha tenido que enfrentar a contradicciones en su trayectoria?
-Sí, a muchas. Buscamos el equilibrio constantemente, no sabemos por dónde vamos a ir, ni cómo sortear los obstáculos o cómo equilibrar nuestra vida... pero siempre he tratado de hacer coherente mi pintura.
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