23 de noviembre de 2015

El poeta de la prensa vence por KO

Un libro indaga en las obsesiones de Manuel Alcántara, el decano de los columnistas españoles
Alcántara se cubre en un típico gesto de boxeo, deporte del que ha escrito grandes crónicas.
Alcántara se cubre en un típico gesto de boxeo, deporte del que ha escrito grandes crónicas. / Álvaro Cabrera
Fernando Sánchez Gómez indaga en la vasta producción del articulista, del que destaca su formación lírica y su pasión por el boxeo.
Pocas veces se ha ausentado de su cita diaria con los lectores. Manuel Alcántara, autor de unas 20.000 columnas, es el decano de los articulistas españoles. El profesor Fernando Sánchez Gómez ha indagado en la vastísima producción de comentarios escritos por Alcántara, un hombre que domina con maestría los juegos de palabras y neologismos, las metáforas y las paradojas. Con el oficio y gracia acreditados en su cita cotidiana con lectores de los diarios regionales de Vocento, el escritor ha hecho de sus columnas auténticos «poemas en prosa».

Para Sánchez, autor de ‘Manuel Alcántara, el último columnista diario’, el escritor malagueño es un ilustre exponente del humor en el periodismo de opinión, lo que no es impedimento para que en sus artículos se cuele a diario un «pesimismo antropológico». No en balde, este hombre que cultivó con acierto la crónica pugilística y ganó en 1961 el Premio Nacional de Literatura tiene una desconfianza innata en el ser humano. Ya lo dijo sin remilgos en uno de sus columnas: «La ventaja de esperar lo peor es que rara vez resulta uno defraudado».

El profesor considera que los ejes temáticos de Alcántara son, por este orden, el deporte, el toreo, la Guerra ‘Incivil’, la muerte, los vicios como el tabaco y el alcohol, la bajeza política, el saqueo de dinero público y casi nunca restituido, las referencias gastronómicas, el tema de Dios y sus representantes en la tierra, la pobreza, la infancia y el amor. El periodista «no se muestra en ningún momento equidistante o frío ante los asuntos que trata, sino que sus opiniones se convierten en protestas, ironías, rechazos o inclinaciones absolutas».

Como Francisco Umbral o Jaime Campmany, Manuel Alcántara es un maestro en el arte del insulto, si bien, en el caso del poeta y columnista, la pulla es sutil y atenuada. A juicio del estudioso, sus ataques, aunque a veces acerados, se visten con guante de seda.

El columnista, que lleva a gala intentar no aburrir nunca al lector, es todo un poeta, y eso se nota en su prosa. Asiduo en su juventud de los cafés literarios y ambientes bohemios, Alcántara se nutre de la poesía y demuestra en frases breves su dominio del idioma. Acuña frases inesperadas, de suerte que las palabras brillan como si se encontraran por primera vez.

Alcántara adora el ingenio casi tanto como la poesía. Cree que a los españoles se les da mejor zaherir que suscitar la risa, y estima que, a diferencia del Reino Unido, en nuestro país la ironía adopta formas abruptas. Fiel a ese pesimismo amable, cree que el español, pese a su temperamento festivo, es un pueblo de gentes malhumoradas.

«En el estudio de la de poética de la columna personal de Manuel Alcántara debemos considerar, además de la formación lírica del columnista, su larga etapa como periodista deportivo en el diario Marca. De ambos veneros procede la mayor influencia estilística de este autor a la hora de afrontar la escritura diaria de sus columnas personales. El deporte y la poesía acompañan a este escritor en periódicos», dice Sánchez.

Para el escritor y columnista Santiago González, que firma el epílogo, Manuel Alcántara es «nuestro Norman Mailer».

Alcántara dejó de escribir por voluntad propia crónicas pugilísticas cuando vio morir en 1978 a Juan Jesús Rubio Melero, que permaneció en coma durante dos días al quedar fuera de combate. Después de que le tumbaran, el cronista se acercó a los vestuarios, donde vio al púgil exánime.

Con el franquismo se acostumbró a escribir entre líneas. Entonces la censura, integrada muchas veces por ágrafos, era inmisericorde, lo que obligó a los columnistas a hacer periodismo de evasión. Alcántara sostiene que nunca cayó en en el halago, aunque sí se vio obligado al «comedimiento». Por sus elogios a Neruda y Miguel Hernández, al escritor se le llegó a calificar de «la cortina liberal de Arriba», órgano oficial de la Falange.

«El poeta, el columnista y el cronista de boxeo que hay en Alcántara miran los sentimientos, la vida cotidiana y la pelea desde el emplazamiento privilegiado del ringside y lo cuentan con una portentosa capacidad de síntesis, en la que se cuentan hechos, sensaciones y sentimientos con una descripción del ambiente que se toca y se respira», argumenta Santiago González.

Manuel Alcántara tiene muy buena memoria. El secreto de su capacidad de retención es haber dormido siempre bien, prueba de que tiene la conciencia tranquila. Circunstancia que ayuda a tocar la excelencia cuando escribe a diario. Porque Alcántara es a la columna lo que Sugar Ray Robinson al boxeo.

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