Trafalgar distó mucho de ser una batalla tan decisiva como se pretende, al menos a nuestro juicio. Los planes de invasión de Inglaterra habían sido abandonados por completo antes de la batalla, y Napoleón ya sólo pensaba utilizar su Marina (y la española) en operaciones secundarias, volcándose en la lucha por tierra, donde muy pronto conseguiría sus grandes victorias en Ulm y en Austerlitz.
Tampoco es cierto que el célebre combate fuera la causa de la decadencia de la Armada española forjada durante el XVIII. Es cierto que se perdieron diez navíos, en el combate o en la posterior tempestad, pero la pérdida fue pronto compensada, pues tras el 2 de mayo de 1808 se apresaron en Cádiz los cinco franceses que sobrevivieron a la batalla, por entonces ya reparados y listos para navegar y combatir, y el “Atlas”, apresado en Vigo. Así que el saldo negativo de cuatro navíos no era demasiado importante para una flota que, tres años después de Trafalgar, seguía siendo la tercera del mundo, con 37 navíos y 24 fragatas, a los que habría que añadir los seis navíos y la fragata apresados a los franceses, ahora enemigos.
El Santísima Trinidad, Museo Naval de Madrid.
Lo verdaderamente decisivo para el poder naval español fue la posterior Guerra de la Independencia: con la casi totalidad del territorio nacional invadido por las tropas napoleónicas y la mar segura por los ahora aliados ingleses, todos los esfuerzos en hombres y dinero se fueron para la lucha por tierra, dejando por completo desatendida la Marina.
Faltos de mantenimiento, de pertrechos de todas clases y hasta de dotaciones, los espléndidos navíos se fueron pudriendo en los arsenales, y aquellos establecimientos industriales, que estaban entre los primeros del mundo, fueron progresivamente abandonados y dejados poco menos que en la ruina. Ni en la Guerra de la Independencia ni en las siguientes de Emancipación americana perdieron los españoles un solo navío por acción de guerra, pero menudearon los perdidos en accidentes, por navegar en pésimas condiciones, y aún más, los desguazados en los arsenales al estar inservibles por no tener fondos para su conservación. Así, buques que hubieran podido tener todavía una larga vida, se fueron perdiendo hasta que al final del reinado de Fernando VII sólo quedaban tres, uno de ellos justamente el “Heros” francés, apresado en 1808. Y desde Trafalgar no se construyó ninguno nuevo.
Tampoco Trafalgar significó la pérdida del imperio ultramarino, pues éste se perdió por el deseo de emancipación de sus pobladores, no porque pasara a ser colonias británicas, como en otros casos. Y en ese sentido tuvieron más importancia las ideas de la Revolución francesa y la quiebra del poder político en España, con la invasión napoleónica, que cualquier otra causa. Hay querecordar que las comunicaciones con la Península habían sido muy complicadas anteriormente ya en muchas ocasiones por el dominio ingés del mar, sin que nadie allí pensara en la independencia.
Sin olvidar los dos sonoros fracasos británicos en 1806 y 1807, justo después de Trafalgar, cuando quisieron conquistar Buenos Aires y todo el territorio del virreinato de la Plata.
El Capitán de Navío Santiago Liniers, heroico
El mejor punto de comparación puede ser con Portugal, nuestro vecino y hermano, que era una apreciable potencia naval y colonial en el siglo XVIII. Tradicional aliado de Inglaterra, Portugal no tuvo que sufrir ningún Trafalgar. Sin embargo, si tuvo que soportar la invasión francesa y el empuje de las nuevas ideas, con un resultado que se parece bastante al caso español: el arrasamiento del país en la lucha, la quiebra de su poder naval, que a partir de entonces fue anecdótico, la pérdida de su gran colonia americana de Brasil, que se declaró independiente, y una larga guerra civil entre liberales y absolutistas, con las inevitables consecuencias de quedar relegado a ser una potencia de rango inferior.
Trafalgar no significó la conquista de los mares por Gran Bretaña, conquista que ya había logrado en las guerras anteriores, aunque debió seguir luchando en ellos contra los franceses hasta 1815, pero ya en tono menor. Lo que si puede significar Trafalgar es un doble hito, el cúlmen de las numerosas victorias navales británicas desde 1793 y el inicio de su expansión económica e imperial durante todo el XIX, lo que convirtió a Gran Bretaña durante ese siglo y el primer tercio del siguiente en la primera potencia naval, colonial, financiera y comercial del planeta.
Pero un hito no es una causa, ni para el sensacional ascenso británico en el XIX, ni para la decadencia española en ese mismo siglo. Siendo una batalla muy importante, Trafalgar no fue decisiva en esos y otros aspectos, como pocas batallas lo son por sí mismas, pues los hechos que mueven los acontecimientos humanos son mucho más complejos y actúan durante mucho más tiempo.
Para zanjar definitivamente la cuestión del significado y repercusiones de Trafalgar, cabe imaginar lo que hubiera pasado previsiblemente de ser una victoria aliada: la triunfante pero muy baqueteada flota franco-española hubiera debido volver a Cádiz para reparar sus graves averías y reponer pertrechos y bajas. Dicha tarea hubiera sido muy problemática, dado que el esfuerzo anterior por preparar la flota había consumido los recursos del arsenal, y sobre todo, por el precario estado de la Real Hacienda española.
Pues bien, apenas reparada la flota, se hubiera encontrado con una de refresco británica, pues por entonces Gran Bretaña tenía más de doscientos navíos contra los poco más de cien que reunían los aliados franco-españoles, y luego otra más, sin demasiados problemas.
Trafalgar por Monleón, Museo Naval de Madrid
En resumen: para obtener una victoria realmente decisiva, los aliados tenían que haber vencido consecutivamente en dos o tres batallas de las dimensiones y resultados de Trafalgar, algo por entero improbable. Pero, si tal milagro hubiera sido posible, la victoria sería para Napoleón, no para España, con lo que los hechos posteriores apenas hubieran cambiado. Y ya sabemos cuales fueron y lo que significaron para nuestro país.
Otra cosa es que, en pleno Romanticismo, los historiadores quedaran fascinados con los épicos relatos de supuestamente decisivas batallas que, por sí mismas, explicaban el curso de la Historia. Por supuesto, estos relatos influyeron en novelistas, como el historiador Marliani influyó en Galdós, creando una imagen que hoy sabemos, por grandes que sean sus méritos literarios y en tantos sentidos, que no refleja exactamente la realidad de los hechos.
Era para el gran novelista muy sugestivo presentar Trafalgar como síntoma de la decadencia de la corte de Carlos IV y de la tragedia de la Armada Ilustrada, pero quien de verdad acabó con esa España que pudo ser posible, fue principalmente Napoleón, no Nelson.
http://abcblogs.abc.es/espejo-de-navegantes/2015/10/27/fue-realmente-trafalgar-una-batalla-tan-decisiva/
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