El último premio Goncourt, un ‘barcelonés’ que tiende puentes entre Oriente y Occidente

Una noche de insomnio febril, un musicólogo vienés, Franz Ritter, se revuelve inquieto en la cama mientras evoca diversos episodios de su vida, sacudida por su amor imposible hacia Sarah y su enorme pasión por Oriente.
En una sola noche, desfilan por su mente dos siglos de intercambios culturales. Ritter es el protagonista y narrador de la novelaBoussole (Actes Sud), que ganó hace unos días el premio Goncourt, el más importante de las letras francesas. La obra ha sido escrita en el Raval por Mathias Énard (Niort, 1972), que vive en Barcelona desde el año 2000. Casado con una catalana, padre de otra, habla infinidad de idiomas, entre ellos árabe y persa. Su novela muestra cómo Occidente y Oriente, el islam y el cristianismo, forman parte de una misma cosa y se han ido construyendo en contacto permanente. Énard recibe a este diario horas antes de emprender vuelo –esta mañana– a París, donde iniciará una gira para promocionar su libro, que podrá leerse en castellano o catalán en septiembre del 2016. Mientras, podemos revisar obras como Habladles de batallas, reyes y elefantes, sobre el viaje de Miguel Ángel a Constantinopla, o Calle de los Ladrones, ambientada en la calle Robadors, que refleja el mundo de la emigración marroquí en Barcelona y la acampada del 15-M en plaza Catalunya.
¿Le ha afectado directamente la masacre de París?
Hay conocidos, amigos de amigos, que han muerto, y algunos otros han sido heridos. Es todo muy grave y triste.
En un momento de su libro, un personaje recuerda una frase de El bueno, el feo y el malo: “El mundo se divide entre los que llevan pistola y los que no”.
Es una frase lamentablemente cierta pero a la vez muy simple. Se cita en un momento en que están en el desierto con arqueólogos que están excavando, justamente en el lugar de Siria ahora tomado por el Estado Islámico. La última vez que estuve allí fue hacia el 2011, un poco antes de que llegara el EI. Palmira, Alepo... Es como si me fueran destruyendo los escenarios del libro. Es difícil imaginar que los templos ya no están ahí.
Su obra, esta novela pero también otras suyas, se ha descrito como “puente entre Oriente y Occidente”. ¿Qué mensaje lanzaría en estos momentos?
Estamos pasando por una etapa terrible, pero es algo que podemos vencer. El extremismo terrorista de Estado Islámico no es una fatalidad.
¿Hay muchos musulmanes franceses que apoyen la guerra santa?
Tenemos una imagen general equivocada del islam, identificándolo con este extremismo salafista, que es realmente muy minoritario, tanto en Francia como en el mundo. Hay una gran diversidad en los modos de vivir creer en el mundo islámico, y las llamas nos esconden esa realidad. Los fanáticos son poquísima gente, pero muy violenta.
Dos novelistas franceses han imaginado una dictadura islámica en su país.
Tener un gobierno de extrema derecha es un peligro mucho más creíble que la posibilidad de que un partido musulmán llegue al poder.
¿Qué diferencias hay entre España y Francia?
Aquí es muy distinto. La emigración es mucho más reciente, en Francia hablamos ya de la tercera generación. Y la integración urbanística no ha sido la misma, entre los años 60 y 80 París tuvo que construir de golpe decenas de miles de casas, suburbios adonde fueron a parar todos los pobres. Por suerte, eso no se ha dado en España.
Otro escenario del libro en el que usted ha vivido es Teherán.
Hice mi tesis doctoral ahí, es una ciudad maravillosa, situada en una llanura, ves la ladera de la montaña que empieza a subir y llega a los casi 6.000 metros de altura, con nieve en la cumbre. Es una ciudad extraña, con dos caras, por la noche está completamente muerta, las calles vacías, sin restaurantes ni bares abiertos... pero a la vez se producen muchas actividades dentro de las casas, no sólo fiestas, sino debates o comidas muy alegres en casa de gente muy religiosa... Es una ciudad muy viva, pero a escondidas.
También conoce Beirut, otro escenario de la novela. Ya hemos oído comparaciones de sus muertos con los de París...
Por desgracia vamos a oír muchas tonterías de ese tipo. Beirut ha sufrido mucho. La pregunta es qué pasará. Francia tiene los medios para intentar detener este tipo de atentados pero el Líbano no, y es muy difícil que no los siga habiendo. Las luchas entre Hezbolá y Estado Islámico son a muerte.
Su novela es orientalista...
El orientalismo no llega hasta hoy, es algo del siglo XIX que se extiende hasta mediados del siglo pasado. Los especialistas en Medio Oriente son herederos de esta tradición, que es la raíz de nuestra relación con Oriente.
Ese espíritu sigue vivo, aunque transformado.
Hay que separar dos niveles: el científico y el artístico, y actualmente los pintores, escritores y músicos siguen tomando cosas de Oriente, como en su día hicieron Delacroix, viajando, o Goethe, a través de traducciones.
Su novela es muy musical. Más de un lector descubrirá ahí la música del desierto de Félicien David.
Impresionante ¿verdad? Él está hoy olvidado, pero su obra fue muy famosa, además de útil para difundir la cultura musical árabe.
Sale también Berlioz, una de cuyas óperas tenemos en el Liceu.
Él nunca estuvo en Oriente, pero le interesó el mito de los viajeros... Vivió esa idea de un Oriente a la vez violento y carnal, romántico, donde todos los sentimientos son muy vivos y fuertes. Hacia el final de su obra desarrolla este mundo en el último movimiento de su Sinfonía fantástica,donde evoca una especie de akelarre entre muertos y brujas.
Oriente es en usted aventura, conocimiento, sueño, algo positivo. Hay novelas, como la de Houellebecq, donde el islam es una pesadilla. En las suyas el lector se siente como el Corto Maltés.
Un Corto Maltés de hoy, actualizado, porque Oriente en mis novelas es también muy contemporáneo, con todas sus dificultades.
Le Clézio dijo a La Vanguardia que no pensaba leer Sumisión.
Yo la he leído, es bastante divertida, tiene mucho humor. La visión que tiene del islam es muy reducida, es la nada, una caricatura, ¿verdad? Eso de convertirse al islam solo para tener cuatro mujeres jóvenes...
Y encima se las buscan sus jefes...
Más allá de ese lado humorístico, lo que me desagrada de esa novela es que no acaba de dar una visión política justa. Europa es ahí una gran farsa. Todo es muy decadente, la sociedad que describe se parece mucho al típico narrador de Houellebecq. El único momento epifánico de su personaje es cuando le lamen los testículos, casi ve a Dios en ese momento. Es todo un poco triste...
En Boussole hay otro puente Oriente-Occidente, que es el opio.
Por clichés de la colonización, hemos desplazado el opio de sitio, para nosotros es cosa de chinos, Saigón, Vietnam... Pero el opio está presente en Turquía, Irán, Egipto...
...y en la literatura francesa.
Claro, Baudelaire y toda la tradición de fumadores... El mío es un libro de libros, y al opio le doy un papel más literario que otra cosa, no entro en su lado más terrible y real.
Muestra también cómo Oriente ha fecundado la literatura occidental...
Sin Las mil y una noches no tendríamos a Proust, que se apasionó por ese libro en su infancia, a raíz de las ilustraciones de unos platos esmaltados que había en casa de su abuela. Fue su primer contacto con un libro, y luego lo usó como modelo para la Recherche... Quería escribir exactamente como Sherezade cuenta sus historias, tenía la misma idea de la palabra que vence a la muerte. Esa es también mi visión, lo que nos enseñó Sherezade está más vigente que nunca. El otro modelo de Proust son las memorias de Saint-Simon, de donde toma la descripción de cómo vive la gente a su alrededor, pero el lado onírico y las frases largas son de Las mil y una noches.
El narrador cuenta cómo veía cada país europeo a Oriente.
El orientalismo no es algo único, depende de cada país y su historia. En España se interesaron por Al Ándalus, separando obsesivamente lo que era auténticamente español –aunque de españoles entonces tenían poco– de lo que era bereber. Los alemanes se interesan como escenario bíblico, para ellos es el lugar del origen, donde surgió la humanidad y las tres religiones del libro.
¿Cómo está la calle Robadors?
Ahora hay protestas vecinales porque el ayuntamiento anterior prometió mejoras que no se han cumplido. Tenemos el consejo de barrio pronto, yo voy siempre que estoy en la ciudad.
Podemos acabar leyendo la última frase de la novela...
“...al tibio sol de la esperanza”. Sí, la esperanza sigue ahí.
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