Una trabajadora de Christie's, que representa a un cliente, puja durante la subasta de «Nu Couche», de Amedeo Modigliani -Reuters
Christie’s vende un retrato del pintor italiano por 170 millones de dólares -el segundo cuadro más caro de la historia vendido en subasta- pero cierra la velada con más de la mitad de las obras sin vender o por debajo de la estimación.
Es difícil dudar de la pujanza del mercado del arte después de que alguien haya pagado 170,4 millones de dólares por un retrato, el segundo cuadro más caro de la historia vendido en subasta. Sin embargo, esa era la sensación que había ayer en la sede de Christie’s en Rockefeller Center, en Nueva York: el precio del cuadro en cuestión,«Nu couché», de Amadeo Modigliani , se disparó mucho más allá de los 100 millones que estimaba la casa de subastas; pero, al mismo tiempo, diez de las 34 obras que salían a la venta no encontraron comprador y otras nueve se adjudicaron por un precio inferior a su estimación.
La recepción de esta obra de Modigliani era, desde hace semanas, uno de los termómetros que iba a marcar la temperatura del mercado del arte. El retrato lo tenía todo para ser una pieza codiciada: es uno de los artistas del siglo XX más demandados, el cuadro es un desnudo -la línea de retratos del artista italiano más perseguida-, y llevaba mucho tiempo fuera de circulación -tres décadas en manos de Laura Mattioli Rossi, hija del coleccionista Gianni Mattioli-. La estimación inicial de 100 millones de dólares hubiera parecido una locura hace no tantos años; ahora parece un precio normal para una obra de primera categoría que sale al mercado.
Hasta siete coleccionistas se enzarzaron en la puja por «Nu couché» y el precio ascendió hasta un nivel desconocido para Modigliani: su anterior obra más cara vendida en subasta fue una escultura, colocada hace un año por Sotheby’s por 70,8 millones, casi 100 millones menos.
Ayer, como cada vez es más habitual, el dinero vino de Asia. La pareja de coleccionistas chinos Liu Yiqian y su mujer, Wang Wei, fueron los compradores, según «The Wall Street Journal». Ambos son los fundadores del museo Long, de Shanghai, que solo lleva abierto tres años y que se han esforzado en dotar a golpe de billetera.
El segundo gran protagonista de la noche fue Roy Lichtenstein . Salía a la venta una imagen icónica del artista pop -«Nurse», una enfermera con una mirada enigmática- que se colocó por 95,4 millones de dólares, muy por encima de su estimación de 80 millones de dólares. El cuadro batió el récord de precio para Lichtenstein, cuya anterior obra más cara era «Woman with Flowered Hat», vendida hace dos años por 56,1 millones.
Otros protagonistas
También se rompieron otros récords de artistas tan alejados en la historia del arte como Gustave Courbet, Balthus y Yoshimoto Nara. La subasta de Christie’s mezcló periodos -cabía desde el impresionismo hasta el arte contemporáneo- bajo el tema general de «La musa del artista»; es la misma idea de «comisariar» la venta al estilo de una exposición y mezclar coleccionistas de diferentes épocas que ya ejecutó con gran éxito la pasada primavera con «Looking Forward to the Past». En aquella ocasión, Christie’s recaudó 705,8 millones de dólares y batió el récord de precio en subasta con «Les femmes d’Alger (version O)», de Picasso, vendido por 179,3 millones.
El resultado ayer fue mucho más modesto, con un total recaudado de 491,4 millones de dólares, a pesar de que solo había un lote menos que en la subasta de primavera. No se puede decir, sin embargo, que fueran malos números: se superó con solidez la estimación de 440 millones de dólares y, además del Modigliani y del Lichtenstein, hubo cuatro cuadros que sobrepasaron los 20 millones de dólares.
¿Por qué entonces esa preocupación por la salud del mercado del arte? La certeza de que en algún momento el ferviente aumento de precios que se vive desde hacer varias temporadas tiene que llegar a su fin -con moderación de precios o, en el peor escenario, con la explosión de una burbuja- hace que se diseccione cada señal de posible desaceleración. Ayer se quedaron obras de primer nivel de Lucian Freud, Willem de Kooning, Pablo Picasso o Christopher Wool sin vender y más de la mitad de los 34 lotes de la subasta o no encontraron comprador o se adjudicaron por debajo de la estimación. «Quizá algunas de estas obras no estaban preparadas para el mercado o no eran lo suficientemente buenas», reconoció el director de la subasta, Jussi Pylkkanen.
La excitación en la sala no era comparable a la subasta de primavera, de un corte parecido. Puede que tampoco ayudaran los resultados mixtosde las subastas de Sotheby’s de la semana pasada, con una gris venta de la colección de Alfred Taubman compensada con una recaudación decente en la noche dedicada al impresionismo y arte moderno. «Esa actitud agresiva puede que esté cerca de acabarse. No estamos viendo las pujas frenéticas que había en mayo», confesó a «Artnet» el marchante parisino Christian Ogier.
Incluso los compradores advierten un cambio de tendencia. El asesor Stephane Connery, que pagó 20,8 millones por un «cézanne», aseguró a «The Wall Street Journal» que se ve un mercado «inteligente, buen conocedor, que se está enfriando, pero que irá a la caza de obras que sean realmente buenas». Como ocurrió ayer con el retrato de Modigliani y como todavía sucederá con otras joyas del arte en el resto de subastas que se celebrarán esta semana.
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