Durante décadas, decenas de galeones y navíos españoles han sido destruidos y vendidos por piezas en todo el mundo.
Este es el recuento de un robo, del gran golpe de la historia. Lleva ocurriendo casi cincuenta años, en los que España apenas ha salido de una pasividad casi tan perniciosa como el expolio. Repasamos los casos más graves.
Hay un patrón que se repite: el expolio se comete utilizando la información de neuestros archivos y acabamos comprando las piezas expoliadas y exponiéndolas en nuestros museos, o enredados en largos litigios, muy costosos que no aportan verdadero conocimiento. España no ha excavado aún ni un navío de Indias ni un galeón.
La industria cazatesoros lleva actuando desde los años sesenta sobre buques de origen hispánico con un fin lucrativo, pero el resultado ha sido la destrucción de yacimientos arqueológicos. Ese daño ha borrado zonas de la historia común de España y América que nunca más se podrán recuperar. Lo peor es que no sabemos el alcance global de su actividad, aunque lo poco que sabemos supone demasiado daño. Y lo peor, una sociedad como la española no ha sabido organizarse para poner enfrente de las actividades destructivas de estas empresas todo el saber de la ciencia para que aquellos naufragios ayuden a entender nuestro pasado y nuestro presente.
El primer ejemplo
Un ejemplo paradigmático: Tres navíos holandeses, el Eendrecht, Hope y Mauritius quisieron conquistar Manila el 10 de diciembre de 1600, hace 415 años. El galeón San Diego, fondeado en la zona, fue armado con 14 cañones de la capital filipina y enviado a repeler el ataque. Aborda el Mauritius y continúa batallando, pero una vía de agua obliga a regresar a puerto. Durante el trayecto se va a pique junto a Isla Fortuna. Cien marinos españoles se salvan. Trescientos se ahogan.
¿Qué fue de su historia? El cazatesoros Frank Goddio se documentó en el Archivo de Indias y encontró el pecio en 1991. Extrajo el cargamento valioso, porcelana Ming, joyas, monedas, armas y cañones. Pero no hizo arqueología, ni planimetría, que hubiera permitido estudiar el buque.Dejó, eso sí, bajo 50 metros de agua, un pecio inservible para la ciencia, los restos de las 300 víctimas y el casco desgajado. Ninguna publicación científica.
Poco tiempo después, logró que Caja Madrid y la Comunidad de Madrid pagaran 750 millones por parte de ese cargamento. Negocio redondo. Algunas piezas pueden verse en el Museo Naval. No es la única vez que los cazatesoros han jugado con nuestra propia historia y nuestro dinero. Todos recordamos el caso Odyssey, más oprobioso por cómo sucedió el expolio en 2007 -en las narices de un permiso concedido por el entonces ministro de Exteriores, Moratinos-, pero también de sabor agridulce. Se documentaron en el Archivo de Indias y no escribieron la historia que guardaba, sino que se apresuraron a anunciar la venta de las monedas y dispararon su cotización en bolsa. Aun así, España logró una importante victoria en los tribunales de EE.UU. y la carga de la fragata Mercedes volvió a nuestro país y se ha expuesto en Madrid, Alicante, y ahora en Sevilla. Pero no podemos conformarnos.
Cuando el galeón San José hallado en Colombia está en trance de ver su contenido comercializado, toca hacer balance: pecios destruidos, historias rotas, ciencia que no se puede hacer, y la idea de que las monedas son lo importante es el legado de cinco décadas de cazatesoros concentrados en los barcos españoles del XVI al XIX. Es el saldo general del patrimonio subacuático español de época moderna hasta el momento. Nuestro país no ha sido capaz de un éxito arqueológico para contrarrestar esa narrativa. Sí hemos excavado barcos romanos y fenicios, pero nada de la primera navegación oceánica y global, ni por nuestros medios ni en cooperación internacional con otros países.
El vil metal
Los cazatesoros han reventado cientos de ellos. Algunos con más cuidado que otros. Algunos incluso con ínfulas de arqueólogos. Pero todos por el vil metal, por la subasta, la especulación, la comisión, la cotización en bolsa y ninguno para encontrar el verdadero tesoro: la historia, cuando la de España (que no puede entenderse sin la de América, ni viceversa, como dijo J. Elliot recientemente en Madrid) era la del mundo.
Hemos asistido pasivamente a este desastre cultural. Como mucho hemos adquirido alguna pieza, o nos la han regalado casi como una limosna por nuestro impresionante pasado porque no lo hemos sabido defender con las palabras y los hechos de la ciencia en una sociedad abierta y desarrollada como la nuestra. ¿Nos resignamos a que los cazatesoros cuenten nuestra historia?
«Cuando aparece un pecio de origen hispánico en cualquier lugar, la única reacción de España hasta la fecha ha sido enviar abogados, no arqueólogos», se lamenta un importante científico español, ante las preguntas de ABC. ¿Nuestro país podría haberse preparado mejor para dotar a esta disciplina?
La historia del San Diego se repitió en el Atocha y el Santa Margarita, hundidos por una tormenta en 1622. El Atocha es el caso más mediático de la historia. Mel Fisher destrozó el yacimiento haciendo agujeros con los motores de su barco y desperdigando todo lo que no fuera de metal. Una vez más España, el Ministerio de Cultura, compró algunos objetos, hoy depositados en el Museo de Artes Decorativas. Y un cañón permanece como recordatorio en el Archivo de Indias, donde entran a diario los «espías» o investigadores mercenarios que ofrecen a las empresas la información precisa para acabar expoliando nuestro patrimonio y lucrarse.
Los arqueólogos que han podido ver yacimientos reventados con las turbinas describen a ABC la desolación que produce contemplar el fondo marino horadado, que comparan con un «patatal» o «un campo de tiro». Imaginar lo que los científicos habrían sido capaces de hacer con toda la información volada por la fuerza de los motores de un barco concentrada en el fondo, entristece: objetos personales, textiles, información vital sobre aquella sociedad...
Naufragio
¿Qué debemos, qué podemos hacer? Si el patrimonio subacuático ha sido un naufragio, recordemos las palabras que relatan los instantes previos al hundimiento del Juncal en 1631, el galeón objeto de un proyecto mexicano que España haría muy bien en decidirse a impulsar antes de que Colombia ponga sobre la mesa las monedas del San José: «La vispera de todos Santos por la mañana fue abajo / el piloto menor y dixo pongamonos bien con dios que ya no tenemos / Remedio Luego desmayaron todos y el agua en menos de dos oras subio una / bara sobre los baos todos trataron de ponerse vien con dios confesandose / con tres confesores que llevaba la nao dando gritos».
Lo mismo ocurrió con la Flota del Azogue en República Dominicana. De la extracción a manos de varios cazatesoros, las monedas sirvieron para pagar a la empresa extractora, aunque el gobierno de la isla ahora trata de crear un museo para el resto de las importantísimas piezas que quedaron allí. Y con el Juno y la Galga otro caso con el que España ganó un juicio en EE.UU. en 2000 y sin embargo cedió a la compañía Sea Hunt objetospara su exposición (salvo el ancla expoliado, que está en el Arqua, sobre una cama de cristal carísima). Y lo mismo ha acontecido en Panamá con el otro San José, presa de una compañía llamada IMDI que contrató el Gobierno y ha destrozado al menos el yacimiento de isla Contadora, en el Pacífico, aunque sus barcos (subcontratas de cazatesoros de Florida) han actuado sobre buques españoles del XVI en la zona de Portobelo y Bahía de Damas, en el Atlántico.
A los autores de todos estos expolios, Mel Fisher, Burt Webber, Tracy Bowden, Greg Stemm, Ben Benson y Frank Goddio -y sus compañías-, habría que añadir a otros clásicos como Robert Marx, que actuó en la Bahía de Cádiz en la época de los pioneros -sin que se conozca el alcance de su actividad- y que ha «rescatado tesoros» -según su terminología- de decenas de barcos en costas de América y Asia. Además es el teórico que inventó el sistema que se aplica en todos los contratos de cazatesoros con Estados, desde Colombia a Panamá, o Dominicana: el criterio de repetición, por el que los bienes repetidos quedan para pagar el expolio.
No debemos perder de vista nombres como Barry Clifford, famoso por haber anunciado el hallazgo de la nao de Colón sin aportar una prueba -y Unesco demostró que era falso-; Robert Stenuit -que «rescató» la Girona, una nave de la Gran Armada de Felipe II cuyas piezas vendió al museo del Ulster y que trató de hacer lo propio con los navíos de la flota de Rande en la Ría de Vigo, aunque sin éxito. Ambos (Clifford y Stenuit) comparten la «dicha» de haber visitado recientemente Universidades españolas (la de Huelva y la de Vigo, respectivamente), lo que demuestra que la responsabilidad en la incuria no compete solo a los Gobiernos.
Desgraciadamente, esta es la punta del iceberg, lo poco que se sabe de un negocio que siempre juega al secreto con disfraz de propaganda, porque mientras usted lee esto, decenas de empresas, desde familiares a corporaciones internacionales, trabajan sin control sobre pecios a menudo hispánicos y portugueses de la era dorada de la navegación. Lasflotas de 1715 y 1733, hundidas frente a Florida, han sido machacadas y cada año se anuncia la extracción de rosarios y collares de oro arrancados sin dignidad de la tumba submarina de nuestros náufragos. Sin investigación, sus historias quedarán para siempre sin contar.
Sin embargo, la mayor parte de los hallazgos menudos ni se anuncian. Mientras tanto la industria cazatesoros, un negocio bastante ruinoso, sigue captando el dinero de inversores desprevenidos, seducidos por la fiebre del oro, que siguen aportando fondos para mantener el expolio.
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PRINCIPALES NAUFRAGIOS
ESPAÑOLES EXPOLIADOS
1.- Nao San Diego.
Fecha y lugar de hundimiento: 1600, Isla Fortuna, Islas Filipinas.
Compañías de rescate de Tesoros: Frank Goddio financiado por Fundación ELF.
Información para localizar el naufragio: Archivo General de Indias de Sevilla.
Daños causados al sitio arqueológico: Escasa documentación planimétrica y arqueológica. Dispersión y comercialización de una parte del cargamento.
*Una parte del cargamento de este naufragio fue comprada al buscador de tesoros Frank Goddio por 750 millones de pesetas que pagaron la Comunidad de Madrid y la Caja de Madrid con el asesoramiento del Museo Naval donde está conservado y expuesto solo en parte. Otra parte de los bienes recuperados está conservada en el Museo Nacional de Filipinas.
2.- Galeón Nuestra Señora de Atocha (Flota de Tierra Firme)
Fecha y lugar de hundimiento: 1622, Key West, Florida.
Compañía de rescate de Tesoros: Treasure Salvors Inc. (Mel Fisher)
Información para localizar el naufragio: Archivo de Indias de Sevilla
Daños causados al sitio arqueológico: destrucción total del contexto arqueológico mediante «buzones» acoplados a las hélices y comercialización de la mayor parte de los bienes recuperados.
*Algunos objetos procedentes de este naufragio fueron comprados por el Ministerio de Cultura Español y están depositados en el Museo Nacional de Artes Decorativas. Un cañón de este navío está expuesto en el Archivo General de Indias de Sevilla.
3.-Galeón Santa Margarita (Flota de Tierra Firme)
Fecha y lugar de hundimiento: 1622, Key West, Florida.
Compañía de rescate de Tesoros: Treasure Salvors Inc. (Mel Fisher)
Información para localizar el naufragio: Archivo General de Indias de Sevilla
Daños causados al sitio arqueológico: destrucción total del contexto arqueológico mediante «buzones» acoplados a las hélices y comercialización de una parte de los bienes recuperados. Nula documentación planimétrica y nula documentación arqueológica.
4.-Galeón San José (Flota de la Armada del Mar del Sur)
Fecha y lugar de hundimiento: 1631, Islas del Rey (Actual Archipiélago de las Perlas, Panamá)
Compañía de rescate de tesoros: Investigaciones Marinas del Itsmo Inc. (IMDI).
Información para localizar el naufragio: Archivo General de Indias de Sevilla
Daños causados al sitio arqueológico: destrucción total del contexto arqueológico mediante “buzones” acoplados a las hélices y comercialización de una parte de los bienes recuperados. Nula documentación planimétrica y nula documentación arqueológica.
*Algunos objetos de este naufragio están en los depósitos requisados a IMDI en la Isla de Contadora y en Portobelo (Panamá). Actualmente España y Panamá están estableciendo una fórmula de cooperación para estudiar científicamente este naufragio.
5.-Galeón Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción
Fecha y lugar de hundimiento: 1641, Banco de la Plata, República Dominicana.
Compañías de rescate de Tesoros: Seaquest International Inc. (Burt Webber, 1977) y Caribe Salvage Inc. (Tracy Bowden, 1975)
Información para localizar el naufragio: Archivo General de Indias de Sevilla
Daños causados al sitio arqueológico: destrucción total del contexto arqueológico mediante «buzones» acoplados a las hélices y comercialización de una parte de los bienes recuperados. Nula documentación planimétrica y nula documentación arqueológica.
*La mayor parte del cargamento de este naufragio (salvo un gran lote de monedas de plata adjudicado al buscador de tesoros) está conservado en el Laboratorio de la Oficina Nacional de Patrimonio Cultural Subacuático de Santo Domingo.
6.-Navío Nuestra Señora de Guadalupe (Flota de Azogues)
Fecha y lugar de hundimiento: 1724, Bahía de Samaná, República Dominicana.
Compañías de rescate de Tesoros: Caribe Salvage Inc. (Tracy Bowden, 1975)
Información para localizar el naufragio: Archivo General de Indias de Sevilla
Daños causados al sitio arqueológico: destrucción total del contexto arqueológico mediante «buzones» acoplados a las hélices y comercialización de una parte de los bienes recuperados. Documentación planimétrica incompleta y documentación arqueológica escasa e incompleta.
*La mayor parte del cargamento de este naufragio (salvo un lote de monedas de plata adjudicado al buscador de tesoros) está conservado en el Laboratorio de la Oficina Nacional de Patrimonio Cultural Subacuático de Santo Domingo. En el año 1994 un equipo hispano-dominicano de arqueólogos e ingenieros navales estudió los restos de este naufragio publicando los resultados en varios libros y revistas. Ese mismo año una selección de los objetos más representativos de este naufragio formó parte de la exposición itinerante “Huracán 1724” financiada y producida por la Fundación la Caixa.
7.- Navío Conde de Tolosa (Flota de Azogues)
Fecha y lugar de hundimiento: 1724, Bahía de Samaná, República Dominicana.
Compañías de rescate de Tesoros: Caribe Salvage Inc. (Tracy Bowden, 1975)
Información para localizar el naufragio: Archivo General de Indias de Sevilla
Daños causados al sitio arqueológico: destrucción total del contexto arqueológico mediante “buzones” acoplados a las hélices y comercialización de una parte de los bienes recuperados. Nula documentación planimétrica y nula documentación arqueológica.
*La mayor parte del cargamento de este naufragio (salvo un lote de monedas de plata adjudicado al buscador de tesoros) está conservado en el Laboratorio de la Oficina Nacional de Patrimonio Cultural Subacuático de Santo Domingo.
8.-Fragata Juno
Fecha y lugar de hundimiento: 1802, Virginia, Estados Unidos.
Compañías de rescate de Tesoros: Sea Hunt. (Ben Benson, 1975)
Información para localizar el naufragio: Archivo General de Indias de Sevilla
Daños causados al sitio arqueológico: Nula documentación planimétrica y nula documentación arqueológica.
*España ganó el litigio y se adjudicó la propiedad a España.
9.-Fragata Nuestra Señora de la Mercedes
Fecha y lugar de hundimiento: 1804, aguas internacionales al sur de Portugal.
Compañías de rescate de Tesoros: Odissey Marine Exploration.
Información para localizar el naufragio: Archivo General de Indias de Sevilla
Daños causados al sitio arqueológico: destrucción parcial del contexto arqueológico mediante la recuperación descontrolada de los bienes culturales. Comercialización de una parte de los bienes recuperados. Nula documentación planimétrica y nula documentación arqueológica.
*Tras años de litigio España el tribunal estadounidense en el que se llevó el caso adjudicó la propiedad a España y obligó a los buscadores de tesoros a devolver el cargamento recuperado y exportado ilícitamente. En la actualidad este cargamento está conservado en el Arqua de Cartagena perteneciente al Ministerio de Educación Cultura y Deporte de España y una parte de los objetos forman parte de la exposición itinerante «El último viaje de la Fragata Mercedes» financiado por Acción Cultural Española. En 2015 un equipo de investigación del Arqua, el Instituto Nacional de Oceanografía y el Museo Naval de Madrid han inspeccionado el naufragio y evaluado los daños causados.
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