17 de diciembre de 2015

La máscara dorada de Tutankamón

recupera su esplendor.
La pieza regresa al Museo Egipcio de El Cairo tras ocho semanas de restauración. Ahora los egiptólogos investigan si la máscara estaba destinada a Nefertiti.
La máscara de Tutankamón, de nuevo en el Museo Egipcio de El Cairo
La máscara de Tutankamón, de nuevo en el Museo Egipcio de El Cairo - AFP
Pocos sentirán alguna vez la expectación, el aire contenido o el temblor de manos que debió sentir Howard Carter cuando el cincel y luego las manos de su equipo levantaron la tapa del sarcófago de Tutankamón y descubrieron su momia, con la cara cubierta por una fastuosa máscara funeraria.
La pieza, de 11 kilos de oro y con incrustaciones de piedras semi preciosas, se convirtió con el paso de los años en el objeto estrella del Museo Egipcio en El Cairo, visitado por miles de personas al año. Hoy, tras un proceso de restauración de ocho semanas, la máscara dorada vuelve a recibir a los visitantes, «coronando la colección de objetos del pequeño faraón» de nuevo en su urna del Museo Egipcio, declaró ayer en El Cairo el ministro de Antigüedades egipcio, Mamdouh El Damaty.
En verano de 2014, durante unas obras para renovar la iluminación del edificio, un golpe desprendió la perilla de la figura, de más de 3.000 años de antigüedad. Temerosos, trabajadores del museo decidieron pegarla de nuevo de forma algo rudimentaria, utilizando un pegamento «epoxy» antes de que se detectara el accidente. No lograron esquivar el escándalo: el intento de arreglo fue tan burdo que colocaron la barba del faraón ligeramente hacia a la izquierda y dejó parte del pegamento a la vista.
Al inicio de la restauración, financiada por Alemania, se temió que el daño fuera irreversible dada la agresividad del «epoxy», resina que penetró en la barba de la máscara y que no es soluble, por lo que los usuales métodos de restauración resultaban inútiles. El primer reto –explicó en rueda de prensa el director del equipo egipcio-alemán de restauración, Christian Eckmann– fue separar ambas piezas, para lo que utilizaron pequeñas varillas de madera con las que cuidadosamente rasparon durante cuatro semanas el pegamento, tras calentar ligeramente la resina.
Según contó el restaurador, «las varillas de metal quedaron descartadas para no dañar el oro de la máscara». Una vez separadas, el equipo retiró del interior de la barba las distintas capas de pegamento utilizadas desde que en 1946 se pegó por primera vez y que habían penetrado en la barba hueca.
Finalmente y tras un delicado proceso, devolverla a su lugar, pero «de manera reversible», el principio básico de toda restauración, añadió Eckmann. Con cera natural de abeja –fácil de eliminar si fuera necesario–, el equipo germano-egipcio colocó la perilla de nuevo en la barbilla del faraón mediante un tubo interno, también de oro, que unía ambas piezas.

Los misterios de la máscara

Sin embargo, no es la perilla del pequeño faraón lo que atrae ahora la atención de los egiptólogos, sino sus orejas perforadas. Según hipótesis del investigador británico Nicholas Reeves, que actualmente busca la tumba de Nefertiti tras las paredes de la cámara funeraria de Tutankamón, el hecho de que la máscara cuente con lóbulos perforados para pendientes indica que estaba pensada para ser llevada por una mujer. Y esa mujer, insiste Reeves, podría ser Nefertiti, la hermosa madrastra del faraón.

La repentina muerte de Tutankamón tras un brevísimo reinado forzó a que se reciclaran para él la tumba y el ajuar destinado a otra persona, probablemente alguien cercano al monarca. Con la vista fija en las paredes norte y oeste de la tumba descubierta por Carter en Luxor, Reeves defiende que esa máscara fuediseñada para la hermosa reina Nefertiti y luego reutilizada por su hijastro. A las orejas perforadas, «típicamente femeninas» durante la XVII Dinastía, añade que el cartucho con el nombre de Tutankamón fue superpuesto encima de un nombre anterior. «Es Nefertiti», insiste el egiptólogo.
abc.es

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