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Cuando el gran científico entregó una copia a su editor, se desentendió del original y su prole usó el papel para dar rienda suelta a su fantasía. Gracias a eso se han salvado.
En el otoño de 1842, seis años después de su viaje a bordo del Beagle,Charles Darwin se mudó con su esposa y sus dos niños pequeños a una zona rural del condado de Kent, Inglaterra. Fue allí donde el científico terminó el primer manuscrito de «El origen de las especies», el libro que le llevó a formar parte de la historia. Fue también allí donde se convirtieron en familia numerosa. Tuvieron diez niños -seis niños y seis niñas, siete de los cuales llegaron a la edad adulta.
La vida del naturalista, tanto personal como profesional, se ha convertido en más accesible gracias al Proyecto de los Manuscritos de Darwin, un esfuerzo del Museo Americano de Historia Natural, en Nueva York, para recopilar, digitalizar y publicar «online» algunas de las nueve mil páginas de la colección de la Biblioteca de Darwin en la Universidad de Cambridge.
El director de Proyecto de los Manuscritos de Darwin, David Kohn afirma que, a pesar de que la iniciativa se centra en el Darwin científico, también aparecesu faceta de padre. De las 26.000 páginas que ya han sido digitalizadas, hay57 dibujos de sus hijos, nueve de los cuales están detrás del manuscrito de «El origen de las especies». Lo que hoy parece un sacrilegio (convertir en un cuaderno de dibujo la única copia manuscrita), parece que era normal entonces. Una vez que Darwin llevó una copia del manuscrito a su editor, John Murray, hizo el resto de correcciones directamente sobre las pruebas de galeradas y ya no se preocupó del original.
Sus hijos dibujaron en algunas de sus páginas así como en otros manuscritos de su padre. Gracias a esas pequeñas obras de arte esos preciados manuscritos han llegado a nuestros días. Se desconoce la autoría concreta de los dibujos, pero Kohn sospecha que hay tres por lo menos: Francis, que se convirtió en botánico; George, que fue astrónomo y matemático, y Horace, que escogió ingeniería.
Los dibujos están llenos de color, hechos a lápiz, tinta y acuarela, y reflejanmundos reales e imaginarios y todos conservan ese ojo darwiniano tan característico para el detalle. Y es que Darwin inoculó la curiosidad científica en su numerosa prole, a quien ponía a menusdo a trabajar en sus investigaciones, recogiendo mariposas, insectos..., así como a realizar observaciones en las plantas que había en los campos de alrededor.
Los dibujos, además de exactos, eran divertidos. En uno de ellos aparece un pez verda con aletas y patas rosas y un paraguas azul brillante. Los documentalistas del museo han puesto el nombre de «La batalla de las frutas y las verduras» a una serie de dibujos de los anónimos artistas pintaron a los soldados con mosquetones, arcos y lanzas.
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