16 de agosto de 2016

El poder emocional del barroco español

Valladolid acoge un centro con una colección que se mueve entre la ferocidad y el refinamientoPatio central del Museo Nacional de San Gregorio en Valladolid.

Patio central del Museo Nacional de San Gregorio en Valladolid.  AZER
Frente a las grandes pinacotecas, los museos especializados en Escultura han jugado siempre en desventaja.
La pintura ha disfrutado de un prestigio que no siempre ha acompañado al arte de la talla; una injusticia que está corrigiendo en los últimos tiempos y que beneficiará a uno de los centros más importantes de España: el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Fundado en 1842 con obras de arte procedentes de los conventos desamortizados y con categoría de Nacional desde 1933, con lI República, pasaron décadas de abandono hasta su rehabilitación, en 2009. Hoy, es un museo equiparable al Bargello de Florencia o el Bode Museum de Berlín, una selecta minoría de museos europeos que, en palabras de su directora, María Bolaños “han ‘esculpido’ su personalidad en torno a la escultura, un arte milenario, universal, pero mal valorado y poco conocido”.
La distancia con Madrid, unos 200 kilómetros, no es mucha tanto en coche como en AVE, pero sí suficiente como para que esta joya del arte quede fuera de los circuitos turísticos programados desde el exterior y no goce de la visibilidad que tienen lugares como El Escorial, Aranjuez, Segovia o Toledo.
Para empezar, ya solo por conocer la sede principal, el Colegio de San Gregorio, un soberbio monumento del siglo XV, la visita valdría la pena. El edificio acompaña a las esculturas expuestas y se funde con ellas, en una obra de "arte total": desde la portada, con sus célebres salvajes, hasta sus artesonados renacentistas o las arquerías vegetales, la arquitectura nunca deja las piezas “a solas”, sino que las abraza con sus ornamentos de piedra. Ese ambiente operístico se refuerza gracias a los conjuntos escultóricos, que forman escenas con varios personajes que narran un acontecimiento y que pueden estar formados por centenares de figuras, como sucede con el Belén napolitano.
Dentro, al visitante la aguarda una colección que se mueve entre la ferocidad y el refinamiento Sus esculturas en madera policromada constituyen una de las singularidades del patrimonio cultural español por su calidad, su belleza y su intensa expresividad. En su mayor parte, pertenecen a la Edad de Oro del arte español. Sillerías del Renacimiento, retablos manieristas, pasos procesionales barrocos, imágenes de místicos y eremitas configuran un escenario espectacular. Grandes maestros, como Alonso Berruguete, Juan de Juni, Gregorio Fernández o Pedro de Mena, una larga serie de artistas españoles y extranjeros permite al visitante conocer el período más brillante e intenso de la escultura, desde el siglo XV hasta el XVIII.
Si a la directora se le pide que destaque conjuntos o piezas esenciales dentro de San Gregorio, prefiere hablar de las emociones que despierta el contenido. Responde que no es un lugar apto para impasibles, un museo que no deja indiferente. Este impacto emocional alcanza su apoteosis en la escultura barroca, que desarrolla un culto brutal, insólito y muy deslumbrante por la muerte. El barroco desplegó en la escultura de Gregorio Fernández, Alonso Cano o Pedro de Mena toda su potencial sensual y dramático, un auténtico "teatro de la crueldad". Recuerda María Bolaños que Emilia Pardo Bazán fue una temprana y entusiasta defensora de estos "santos de palo", que "viven en sus hornacinas con vida fantástica, extramundanal".
Las imágenes estuvieron al servicio de una agresiva propaganda contrarreformista, que recreaba, como dijo el portugués Miguel Torga, "una religión en la que hasta los mismos dioses viven aterrorizados". Gran parte de ellas están integradas en los pasos de Semana Santa. Su poder es tal que fueron protagonistas de una de las exposiciones itinerantes más exitosas de los últimos años: Lo sagrado hecho real. Pintura y escultura española 1600-1700, que a su paso por la National Gallery de Londres llegó a producir desmayos entre algunos visitantes que no pudieron resistir el realismo casi gore de los personajes sufrientes.
Pero el Museo de Valladolid tiene muchos más reclamos para los visitantes. En la llamada Casa del Sol se muestran unas 300 importantísimas piezas escogidas entre los fondos del antiguo museo de Reproducciones Artísticas. Son copias de esculturas vaciadas durante el siglo XIX directamente desde las obras originales en los museos donde se custodian: el grupo escultórico del Lacoonte, el Apolo de Belvedere y el Discóbolo, son algunas de las obras más espectaculares.
En el museo presumen de que Orson Welles rodó en el Colegio de San Gregorio una película tan extraña y barroca como Mister Arkadin , José Val del Omar filmó aquí su obra más experimental Fuego en Castilla, y Grotowski se inspiró en La Piedad de Gregorio Fernández en su montaje mítico El príncipe constante, de Calderón. Está claro que después de recorrer el Museo de Valladolid, ningún visitante quedará indiferente.

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