El emperador Carlos, la zarina Catalina La Grande, el Califa Murat III e Isabel la Católica, entre otros, tuvieron en sus manos los originales de los libros clonados, también llamados "casi-originales" que podrán verse en el Alcázar de Sevilla desde hoy y hasta el 29 de octubre, en "El arte de la Perfección".
Ese es el título de la exposición que conmemora los 25 años de dedicación de Moleiro Editor a reproducir, a replicar, a imitar hasta el último detalle -la perforación de una polilla en una hoja se efectúa con un láser- ejemplares que no hayan sido clonados antes y de los que sólo existan un ejemplar.
En este cuarto de siglo, Moleiro Editor ha efectuado 40 copias -hay dos más en producción-, de las que efectúa tiradas de 987 ejemplares que se agotan en su totalidad, y para la reproducción de alguno de los ejemplares se necesita el concurso de hasta cincuenta artesanos o especialistas, desde fabricantes de papel e impresores, curtidores, guarnicioneros, fotógrafos y batihojas, entre otros.
Los originales de estos libros se conservan en catedrales, museos y monasterios y, fundamentalmente, en bibliotecas nacionales, principalmente la británica y la rusa, pero también la española y la francesa, instituciones que son las demandantes de estas ediciones, algunos de cuyos ejemplares se han empleado para exposiciones en el lugar del original.
Ese fue el caso de la "Biblia de San Luis" que, para la muestra de la celebración en Francia de los 800 años del nacimiento de San Luis, se incluyó el clon entre las otras 129 piezas originales que integraron la muestra.
El editor Manuel Moleiro ha asegurado que de los diez libros más valiosos del mundo en esta exposición debe haber clonados un mínimo de ocho.
De esa misma "Biblia de San Luis" ha señalado que sus 4.887 miniaturas la convierten en un ejemplar único en la Historia y que ni el cristianismo logró hacer parecido con posterioridad.
La exposición, que además de los libros integra paneles explicativos de los cuarenta libros producidos en estos años, será abierta esta tarde con una conferencia, en el Cuarto del Almirante del Alcázar, de Miguel Ángel de Bunes, investigador del CSIC, sobre "El libro de la Felicidad".
De este libro de 1582 ha explicado Moleiro que perteneció a Murat III, califa, máxima autoridad de los sunitas, y en sus primeras páginas contiene un retrato suyo, mientras que en otras del interior se reproduce una Estrella de David y miniaturas de cuatro iglesias cristianas.
Coetáneo de Felipe II, Murat mandó hacer este libro para su hija Fátima, con la idea de que recogiera todos los conocimientos de la época, de medicina a astronomía, y Moleiro lo considera una muestra de la tolerancia de la época tanto por la variedad de los saberes que reúne como por la inclusión de simbología cristiana y judía.
El "Libro de los medicamentos simples", que se conserva en Rusia, perteneció a Carlos V, emperador que debió tener cierta obsesión con esa propiedad, ya que estampó su firma en varias de sus páginas.
El libro más antiguo es un tratado sobre remedios para picaduras de alimañas cuyo texto es del siglo II antes de Cristo y sus ilustraciones, bizantinas del siglo X, y los más recientes de primeros del XVII.
No obstante el editor ha hecho una excepción con un libro del XVIII por su extraordinaria rareza, ya que está hecho en Pakistán y se titula "El placer de las mujeres", un tratado de sexualidad que califica a las mujeres en "cuatro tipos" y orienta a los hombres sobre cuáles son los días en que los ellos mejor pueden desempeñarse en estas labores.
La exposición integra también clones del único Atlas orientado al Sur -y primero que incluye Australia-, de 1547 y los "Beatos" de Gerona y de Toledo, y el de Fernando I y Doña Sancha, del año 1047 y probablemente el libro más valioso que se conserva en España.
Y un par de vitrinas con herramientas y materiales de los empleados para clonar las cubiertas y las talas de los libros, con pieles curtidas al modo tradicional -necesitan hasta seis meses de labor- para que conserven la porosidad y, por tanto, las decoraciones en oro puedan quedar adheridas.
por Alfredo Valenzuela
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