La Rambla de Barcelona, abarrotada durante el pasado Sant Jordi - INÉS BAUCELLS
Los editores radicados en Barcelona, otrora gran faro literario a nivel internacional, muestran su preocupación ante el escenario que la deriva secesionista plantea en Cataluña.«Yo quiero mucho a Cataluña y no reconozco a la Barcelona de estos días, no es la que yo conocí cuando viví allá en los 70. Barcelona era la capital cultural de Europa en esos años, un puente de encuentro entre escritores españoles y latinoamericanos que se habían dado la espalda durante cuarenta años; allí se reconstruyó esa relación. Viví cinco años allá y no conocí a ningún nacionalista, el nacionalismo entonces estaba completamente marginado. Esa era la Barcelona que yo conocí. Son dos Barcelonas diferentes». Con estas palabras describió Mario Vargas Llosa su sentimiento actual hacia Cataluña, ante el cisma de la secesión, durante la presentación de su último libro. Y así terminó su discurso el Nobel de Literatura el pasado domingo en la manifestación en contra de la independencia que llenó las calles de Barcelona: «Queremos que Cataluña vuelva a ser la capital cultural de España como era cuando vine a vivir aquí».
El escritor hispano-peruano sabe bien de lo que habla. Barcelona, elogiada ya como ciudad de impresores por Cervantes en las páginas del Quijote, fue el escenario donde resurgió la novela latinoamericana de la llamada Edad de Oro que integraron Borges, Cortázar, Carpentier, Onetti o Miguel Ángel Asturias. En los sesenta, aquello se convirtió en un fenómeno literario y editorial -el llamado «boom»- que invadió Europa, con el mencionado Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, José Donoso o Carlos Fuentes a la cabeza, dirigidos por la «mamá grande» Carmen Balcells. Hoy, todo aquello parece haber quedado en el olvido, soterrado por un nacionalismo que amenaza con convertir en reducto independentista a la que un día fue capital de la edición en castellano. «Barcelona ha sido siempre una capital mundial de la edición y el libro, y espero que así siga siendo», subraya Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España y máximo responsable de Edhasa.Son muchas las editoriales radicadas en la capital catalana, ciudad literaria por excelencia que vive su día grande cada 23 de abril, entre rosas y libros. Los dos grandes grupos del sector, Planeta y Penguin Random House, residen allí, de momento. Y son muchos los sellos históricos de la ciudad que, como Seix Barral, Tusquets Lumen o Ediciones B, entre otros, han acabado formando parte de estos dos gigantes de la edición. Tras la comparecencia del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, el pasado martes, Planeta confirmó que trasladará su sede social a Madrid. «La decisión está tomada y el consejo de administración no tendrá que volver a reunirse para evaluarla de nuevo», aseguró una fuente de la empresa. En el comunicado que envió a principios de esta semana, el consejo del grupo señalaba como motivos para cambiar de sede «la inseguridad jurídica que se produciría» en la empresa y añadía que tenía en cuenta además la protección de «los intereses de sus accionistas, empleados y del proyecto empresarial». Todo ello con la tensión añadida que genera la entrega del premio Planeta el próximo domingo, 15 de octubre, y en la que en principio está prevista la presencia de personalidades del ámbito cultural, político, económico y social -más de un millar invitados-. «Estamos trabajando con normalidad para la proclamación del ganador del premio», aseguraba el mismo portavoz.
La decisión de Planeta no ha cogido con el pie cambiado a su principal competidor, que se mantiene a la espera de lo que pueda suceder en los próximos días. Fuentes próximas a Penguin Random House confirman a este periódico que, «en caso de que haya cambios», evaluarán la situación «en consecuencia y tomaremos entonces todas las medidas necesarias para defender los intereses de autores, lectores y empleados». Se da la circunstancia de que, hace apenas una semana, Bertelsmann llevó a cabo una ampliación de capital en su participación en este grupo editorial, con lo que ahora la empresa alemana controla el 75% de las acciones de Penguin Random House, mientras que el 25% es propiedad de los británicos Pearson, sobre los que pesa la sombra del Brexit.La postura de los dos grandes del sector es significativa, pero no la única. En la Ciudad Condal opera la mayoría de las medianas y pequeñas editoriales que conforman el sector en nuestro país. Acantilado, Alpha Decay, Anagrama, Libros del Asteroide, Blackie Books, Salamandra, Malpaso, Galaxia Gutenberg, Ático de los Libros, la mencionada Edhasa, RBA, Catedral, La Galera, Rata… Todos ellos concentrados estos días en el refugio en que se ha convertido la Feria de Fráncfort, a la espera de que pase, o al menos se calme, el vendaval independentista. «Es que hasta me da miedo que mis hijos se queden aquí esta semana», confiesa un editor que prefiere mantenerse en el anonimato en conversación con este periódico. Fue precisamente en Fráncfort, justo ahora hace diez años, cuando se visualizó uno de los primeros cismas literarios después de que el Instituto Ramon Llull limitase la presencia de la cultura catalana, invitada de honor en la edición de 2007, a los autores que escribían en catalán. «Es una pena que no tengamos toda la variedad de la cultura catalana», reconoció el entonces director de la Feria, Juergen Boos, una máxima que podría acabar trasladándose a la propia realidad del mercado editorial.
La decisión de Planeta no ha cogido con el pie cambiado a su principal competidor, que se mantiene a la espera de lo que pueda suceder en los próximos días. Fuentes próximas a Penguin Random House confirman a este periódico que, «en caso de que haya cambios», evaluarán la situación «en consecuencia y tomaremos entonces todas las medidas necesarias para defender los intereses de autores, lectores y empleados». Se da la circunstancia de que, hace apenas una semana, Bertelsmann llevó a cabo una ampliación de capital en su participación en este grupo editorial, con lo que ahora la empresa alemana controla el 75% de las acciones de Penguin Random House, mientras que el 25% es propiedad de los británicos Pearson, sobre los que pesa la sombra del Brexit.La postura de los dos grandes del sector es significativa, pero no la única. En la Ciudad Condal opera la mayoría de las medianas y pequeñas editoriales que conforman el sector en nuestro país. Acantilado, Alpha Decay, Anagrama, Libros del Asteroide, Blackie Books, Salamandra, Malpaso, Galaxia Gutenberg, Ático de los Libros, la mencionada Edhasa, RBA, Catedral, La Galera, Rata… Todos ellos concentrados estos días en el refugio en que se ha convertido la Feria de Fráncfort, a la espera de que pase, o al menos se calme, el vendaval independentista. «Es que hasta me da miedo que mis hijos se queden aquí esta semana», confiesa un editor que prefiere mantenerse en el anonimato en conversación con este periódico. Fue precisamente en Fráncfort, justo ahora hace diez años, cuando se visualizó uno de los primeros cismas literarios después de que el Instituto Ramon Llull limitase la presencia de la cultura catalana, invitada de honor en la edición de 2007, a los autores que escribían en catalán. «Es una pena que no tengamos toda la variedad de la cultura catalana», reconoció el entonces director de la Feria, Juergen Boos, una máxima que podría acabar trasladándose a la propia realidad del mercado editorial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario