30 de enero de 2014

El Libro como Obra de Arte,

EL LIBRO COMO OBRA DE ARTE, 
por Almudena Mestre
Libro como arte
Libro como arte

Un paseo bajo los libros, signos de entretenimiento y ensueño, misteriosos y  profundos de deseos ocultos y esperanzas despiertas, anclados en los recuerdos pasados donde las historias de las almas humanas buscan refugio y recorren laberintos de amor y pasión; amarrados años y años atrás en las mentes de los hombres, oxidados por la lluvia y el viento, apilados en estanterías con polvo a la espera de alguien que valore sus cuarteadas y amarillentas páginas. Entresijo de palabras, imágenes y sinfines de lectores que alguna vez en su historia, los abren y los oprimen, los leen y los meditan, los disfrutan y los elogian a través de los tiempos.

Tintas y gráficos manoseados por manos distintas que interpretan el mundo de los humanos de formas diferentes; sueños sumergidos en el tiempo y en el espacio, descritos para el recuerdo, en el que, jamás generación alguna les olvide ni les destierre.

Los libros son reflejo del mundo circundante, verdaderas y auténticas joyas literarias en las que el receptor se adapta al texto o por el contrario, lo adapta, lo cambia y lo transforma a su propia existencia, a su propia vida. Según Gilles Deleuze, nos hemos adaptado a sucesivas entregas parciales…de una realidad y lógicamente si el mundo es un hipertexto contado por entregas el hombre de este siglo XXI es difícil que se sorprenda ante un texto de esa forma o lugares webs que pueden ser igualmente válidos. El hombre de hoy, va cambiando y definiendo bien el terreno de cada formato de libros, el físico y el digital según los usos y tecnologías varíen; la digitalización ocupará un gran avance en los soportes de la lectura si tenemos en cuenta los anteriores, el papiro, el códice y la imprenta.

Lo básico es encontrar la forma de atraer al lector para que se sumerja verdaderamente en la lectura y cuantas más opciones existan mayor atención se captará en el lector así como se realizarán mejores trabajos de edición y se adaptarán a distintos formatos.

Debido a los nuevos dispositivos, las herramientas informáticas y las redes sociales los libros han sufrido un cambio radical; la era revolucionaria ha cambiado y ha variado el paradigma de la literatura a través de los libros impresos por la digitalización a través de las redes sociales. Pero a veces, a través de éstas se difunde la ignorancia de unos cuantos sin fiabilidad ninguna. Hasta hace bien poco, los libros eran verdaderas obras de arte, desde el inicio de la escritura hasta el siglo XX en donde se ponía el alma y la esencia del ser humano y se dedicaba tiempo y ganas para que saliera una excelente calidad impresa tanto en textos como en gráficos e imágenes. Este siglo ha supuesto una verdadera revolución en todo el mundo literario en donde destacan los avances de la red o internet y se consigue la digitalización de cualquier libro hoy en día.

Escribir un libro en este siglo XXI sin apoyarse en las redes informáticas es casi imposible. El ordenador da múltiples posibilidades tanto en edición como en corrección y actualización de datos.

Mesa de un artista ilustrador de libros
Mesa de un artista ilustrador de libros

En el Discurso sobre el espíritu positivo de Comte, “Nos guste o no, todos somos hijos de nuestro siglo”; nos adaptamos por tanto, a nuestro tiempo y aprendemos, a escribir nuestros libros como si de un acto físico se tratara a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales.

Así, si retrocedemos en el tiempo, la historia del libro está íntimamente ligada a la de la escritura; desde la escritura cuneiforme que marcó el paso del libro como “idea” y como “forma” la tableta de barro en los que se plasmaban signos, pictogramas o ideogramas en las primeras civilizaciones; en la antigua China aparecen los rollos de papel y tejidos en los que la misión se traducía en la comunicación. En la Edad Medía, surgen los llamados “códices” en los que los monjes escribían verdaderas obras de arte a través de los textos y las ilustraciones en miniaturas realizadas por los amanuenses, siendo así los códices, libros únicos, raros y especiales. En el Renacimiento destaca el humanista Aldo Manuzio como precursor de la letra cursiva o aldina, creador de la encuadernación griega donde las imágenes cobraban un sentido y tenían verdadera importancia. Para él aparece una simbiosis entre la forma y el contenido, entre el texto y las imágenes, es decir, entre el contenido y lo artístico dando así, un prestigio al editor que debía tener y garantizando las necesidades del lector.

El poeta simbolista, Stephan Mallarmé es uno de los primeros en reaccionar para unificar el mundo literario y artístico, mundos en los que pusieron los ojos los artistas vanguardistas del siglo XX. Poco a poco, se empieza a considerar el libro como una obra de arte en el que el contenido y el mensaje se materializan a través del cuerpo que los sostiene. El tiempo y el espacio a través de la comunicación juegan un papel importante en el mensaje; nos situamos frente al tiempo cronológico de cada artista y el espacio papable y tangible de cada libro.

Ilustraciones artísticas de un libro japonés
Ilustraciones artísticas de un libro japonés

Un libro como obra de arte, sea el género que sea, empieza a cobrar vida y a despertar el interés de los sentidos para el lector que se acerca a través de la unicidad, de la capacidad creadora con un espíritu universal que se ofrece entre el contenido y la forma.

El acto creador de los libros aparece reflejado según avanza la historia a través de diversos movimientos, el futurismo, el surrealismo, el dadaísmo; valga decir que por ejemplo en el futurismo italiano o ruso destacan la tipografía y las coordenadas textuales en las que aparece el texto. En el dadaísmo o movimiento dadá se manifiesta el antítesis de la belleza interna y se defiende el caos frente al orden y la imperfección frente a la perfección. Así vemos dentro de este movimiento las obras de Duchamp y colaboradores tan sublimes de este movimiento como son Apollinaire, Man Ray, Tristan Tzara, etc.

El futurismo abre puertas en los libros a través del italiano Bruno Munari en el que se adapta al mundo editorial del momento y se dedica a reflexionar sobre el libro en general. Destaca por la ilustración genial y artística de los libros en los que la creatividad y la originalidad se dan la mano. Roth llega a la objetualización del libro fusionando el texto con las conclusiones de la lógica investigando de ese modo en su Daily Mirror o libro especializado.

Raymond Queneau incluido en el paradigma oulipiano se permite el lujo de unir literatura y matemática, buscando nuevas formas y estructuras a través de ambos conceptos. Destaca por tanto, su “Cien billones de poemas”, diez sonetos con la misma rima y así cada verso de cada soneto se puede sustituir por el verso correspondiente de otro soneto.

Los poetas concretos más representativos se fijan en el concepto de Mallarmé ensamblan las relaciones de los elementos unos con otros y hacen una nueva sintaxis. Así destaca Eugen Gomringer el cual pone de manifiesto dentro de este movimiento, por un lado, la superficie como elemento constitutivo del poema y la forma libre del texto sobre el espacio. Dentro de este movimiento conceptual destaca en Italia Vincenzo Agnetti, que trabaja el lenguaje artístico en el que se construye un metadiscurso del libro a partir de la ausencia del mismo.

Ulises Carrión, poeta visual empieza con el “Mail Art” hasta acabar como videoartista, en donde aporta numerosas características a través de sus ensayos sobre el libro de artista. La producción, distribución y recepción de contenidos estéticos a través de los libros llega de la mano de Allen Ruppersberg, en donde el espacio expositivo y crea una pintura para leer única y original con elementos lingüísticos y narrativos.

Alicia Martín dentro del postmodernismo madrileño resume y despliega un discurso metafórico del libro como negación del mismo discurso.

El libro por tanto, sea en el formato que sea, es el mejor medio para archivar y transmitir la información a través de las palabras y las imágenes en donde el valor artístico tiene un peso incalculable; así, el sentido de  “archivo” puede referirse como recurso que sirve a un fin o como fin en sí mismo. Según Ulises Carrión, se oponen obra y documentación en dos sentidos; por un lado, como documentación artística en la que un libro no posee un valor artístico en sí mismo y en el segundo, la propia documentación es el arte a través del documento.

Encuadernación artística de un libro
Encuadernación artística de un libro

Así pues, se puede pensar que cuando el artista intenta plasmar .el proceso de la obra de arte, cuando la materia secundaria pasa a ser materia primaria pasa a ser el editor de la misma, mientras que si no es así se conserva únicamente como artista[1]. Los libros de artista son en sí mismos ya, auténticas joyas de arte siendo el soporte básico para conseguir una coherencia y cohesión entre el contenido y la forma.

Existe pues un proceso creativo de los artistas a la hora de expresar en esos libros como obras de arte en los que se representa la huella del pasado y el comienzo de la historia del futuro de la literatura, hoy en día, como hemos dicho al comienzo, influenciados por la nuevas tecnologías y era de las comunicaciones a través de internet y las redes sociales.

A título informativo decir que el Centro Cultural Las Cigarreras de Alicante acogerá la I Feria Alicantina de libros del 13 al 15 de diciembre de este año 35 expositores en los que participan editoriales, galerías y artistas que realizan obras creativas en torno a esta modalidad; así, destacará el arte en la literatura, con contenido y continente, sin límite de tamaños ni formas dando lugar a libros únicos o escasos, los llamados, libros de artista.

Para más información:

BIBLIOGRAFÍA

-          ARRANZA, David Felipe. Literatura y nuevas tecnologías. Mercurio. 151, mayo 2013.
-          POLO PUJADAS, Magda. El libro como obra de arte y como documento especial en Anales de Documentación, 2011, vol. 14, nº 1.
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[1] Polo Pujadas, Magda. El Libro como obra de arte y como documento especial en Anales de Documentación, 2011, vol. 14, nº 1, pp.20.
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