22 de febrero de 2014


Boltanski: «Odio las ferias de arte; es la primera vez que estoy en una y es horrible»

El artista francés presentó ayer en ARCO un libro de su último proyecto, desarrollado en el Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires

Boltanski: «Odio las ferias de arte; es la primera vez que estoy en una y es horrible»
ISABEL PERMUY             noticia por abc.es
Christian Boltanski, ayer junto a una de sus obras, en el «stand» de la galería Kewenig en ARCO
El artista francés Christian Boltanski (París, 1944) lleva desde 1960 explorando acerca de cómo plasmar la memoria y preservar la identidad individual, primero a través de la fotografía y el vídeo y, en los últimos tiempos, por medio de la instalación. Su ejecución es sutil; el efecto, poderoso. Ayer Boltanski estuvo en ARCO, invitado por lagalería Kewenig, para presentar un libro de su último proyecto, desarrollado en el Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires.

-¿Cómo se siente un artista como usted en una feria de arte contemporáneo?
-Odio las ferias de arte. Es la primera vez que estoy en una y es horrible. No es arte en absoluto. Estoy aquí porque la gente que encontré en Buenos Aires fue muy amable, pero no puedo decir que me agrade. Aunque entiendo que quizás son útiles.
-¿No cree que, como ocurre en otras disciplinas, la ciencia o la política, al artista del siglo XXI no le basta con encerrarse a crear sino que tiene ese deber por comunicar lo que hace?
-Sí, creo que hay que comunicar, pero no aquí. A través de libros, conferencias o entrevistas, pero no estando físicamente aquí.
-Alguna vez ha hablado del viaje dentro de su proceso creativo. ¿Es una temeridad comparar proyectos como el de Buenos Aires o el que hizo en Es Baluard (Mallorca), como el equivalente artístico de un reportaje?
-Es diferente. Es verdad que viajo mucho, a muchos países, pero no son sólo países. Para un periodista es importante viajar y contar situaciones, pero un artista tiene que pensar más en lo universal. En cada proyecto hay signos particulares de algo nuevo y otros que se repiten en todo mi trabajo. En Buenos Aires trabajé sobre la inmigración, pero podría haber ocurrido en Nueva York o en cualquier otra ciudad.
-En cualquier otra ciudad... con una escena migratoria tan fuerte.
-Sí, de alguna manera es una especie de collage entre el espacio y el trabajo. Es como pertenecer a una vieja iglesia, y trabajes donde trabajes siempre sientes la «presencia» de esa iglesia.
-En su trabajo, usted ha enfatizado mucho sobre la memoria, en el sentido de recuperar a los individuos del pasado que hoy se han convertido en cifras, en números, pero actualmente todos estamos grabando y registrando nuestras vidas a diario.
-Eso es cierto y no lo es. Es verdad que ahora tenemos Facebook y ordenadores pero, por otro lado, nadie recuerda a su tatarabuelo. Lo cierto es que ahora es lo mismo que antes, seguimos sin ser nadie, sólo un nombre, porque es totalmente imposible proyectar a alguien. En un sentido, todo el objetivo de mi trabajo es preservar, pero reconozco que está basado en un fallo, porque no se puede preservar.
-¿Era esta la intención con la instalación «Réserve», ropa gastada y superpuesta para revelar el carácter individual del Holocausto y ahondar en esa empatía?
-El individuo en lugar del grupo, sí. También puede servir para un terremoto u otra tragedia. En mi arte intento hacerme preguntas, a mí y a otros. Y una de ellas es si todo el mundo es importante y único. Y al mismo tiempo frágil. Por eso no me gusta hablar de grupos, cada uno es importante y diferente: a uno le gustaba el fútbol, a otro los puros y a otro los espaguetis.

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