El eros de Picasso, un sexo cubista de mujeres desnudas deconstruidas en voluptuosas geometrías y volúmenes. El erotismo baña la producción de Picasso, con sus grabados de alto voltaje y la influencia de las estampas japonesas (que constituyen todo un subgénero en su obra).
Picasso es uno de los grandes protagonistas en la nueva etapa del Museu de l'Eròtica de Barcelona, que acaba de adquirir dos grabados del pintor de la Suite 347, realizada en 1968:Carro romano con amazona cayéndose, mujer desnuda y espectadores y Guiño al 'Baño turco', mujeres tomando el sol en la piscina (un homenaje de tintes orgiásticos al sensual cuadro de Ingres, que también está en la base de sus Mademoiselles d'Avignon).
Rubens, Velázquez, Courbet, Goya o Klimt se dejaron seducir por el erotismo. La historia del arte también se cuenta a través del eros y el Museu de l'Eròtica quiere reescribirla desde las pinturas rupestres del neolítico, los excesos de la Antigua Roma, el Kama Sutra y la espiritualidad hindú, las delicadas y explícitas estampas shunga del Japón del siglo XIX o la liberación sexual de las pin up y las chicas Playboy.
«Somos un museo único en España. Y queremos convertirnos en referencia, en el espacio para el conocimiento de la cultura erótica en Barcelona. A veces aún escandaliza, pero el arte es erotismo y el erotismo es arte», reivindica la directora del museo, Sigrid Cervera. El Museu de l'Eròtica, ubicado en un piso de la Rambla desde 1999, sigue siendo el gran desconocido, con un público mayoritariamente extranjero (los rusos encabezan la lista, seguidos por italianos y franceses). Por eso el museo quiere abrirse a la ciudad, mostrar el erotismo del Raval (en un apartado que se llamará La Barcelona prohibida) y descubrir la faceta más sensual de autores a priori no eróticos como el mismísimo Gaudí. El de la Eròtica también es el museo más trasnochador de la ciudad: abre hasta la medianoche (y la entrada cuesta 9 euros).
Picasso es el punto de partida de esta nueva etapa. «Después vendrá Dalí. Estamos detrás de dos piezas suyas, una cerámica y una obra gráfica», adelanta Cervera, que quiere ampliar la colección de 800 piezas del museo e internacionalizar su marca con colaboraciones con el Museo Erótico de París o el Sex Museum de Nueva York.
El museo quiere descubrir la faceta erótica de artistas como Gaudí
En el Museu de l'Eròtica se presentantodo tipo de placeres prohibidos (al menos, en Occidente), empezando por las postales eróticas clandestinas que surgieron tras la Guerra Mundial. En Oriente el sexo no era un tabú. En Japón, durante el periodo Edo proliferaron las estampas shunga (significa primavera, una alegoría del sexo), con genitales de tamaño desorbitado y explícitas posturas sexuales que rivalizan con el Kama Sutra. Algunas esculturas y tallas en madera y piedra del siglo XVIII representan las posturas del Kama Sutra, que se complementan con una amplia colección de ilustraciones del Ananga Ranga, el manual hindú sobre las artes amatorias. Escenas de masturbación, ménages (à trois y a más), acrobacias en la cama, baños eróticos, una colección de falos de todas las culturas y latitudes (símbolo de fertilidad, protección divina, poder...). El museo también dedica un apartado especial a Catalina la Grande, la emperatriz rusa de libido desatada y una interminable lista de amantes.
Otro de los espacios más curiosos es la videoteca erótica de Alfonso XIII, que constituye el inicio del cine porno en España. El rey mandó rodar para su disfrute personal cortometrajes subidos de tono, que Ricardo y Ramón Baños, pioneros del cine catalán, filmaron en torno a 1926 en el Barrio Chino de Barcelona.
El morbo y la perversión no podían faltar en este museo, que dedica un espacio al fetichismo y el sadomasoquismo con impactantes piezas como La silla del placer de Yves Fedou (con grilletes y un enorme falo, un aparato que Sade habría incluido en Los 120 días de Sodoma).
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