Por Miguel Lozano*
Madrid, (PL) El Greco rompió con los cánones de la pintura y del tratamiento de las figuras religiosas del siglo XVI, trató de forma distinta los colores y deformó la perspectiva hasta el punto, que varios de sus estudiosos lo consideran un creador de mundos alternativos.
Algunos achacan su peculiar forma de pintar a un problema de astigmatismo (aunque estudios médicos lo desmienten) y para otros es un precursor del que bebieron Manet, Cézanne, Picasso y el cubismo, Kokoschka, Beckmann y el surrealismo, Orozco, Matta y Pollock.
Especialistas aseguran que la resonancia de la obra de El Greco llegó hasta las figuraciones de los años 50 y 60 del siglo XX.
Observar sus figuras alargadas, a veces sinuosas, el tratamiento de la luz que evoca planos abstractos y el acercamiento poco ortodoxo para la época de las figuras religiosas en el que algunos creen ver un erotismo subyacente, puede dar fe de su trascendencia en el siglo XX.
Pero sin dudas también explica el casi olvido en el que quedó su obra tres siglos después de su muerte en 1614 en Toledo, España, donde vivió, además, sus últimos y más polémicos años, probablemente los más fructíferos del artista.
El Greco, nacido en 1514 como Doménikos Theotokópoulos, en Creta, vivió allí sus primeros 26 años, etapa en el que fue reconocido como maestro de iconos, y 10 años en Italia (Venecia y Roma) para llegar en 1577 a Toledo, a unos 80 kilómetros de Madrid.
Esta ciudad, que adoptó a su hijo griego, le reverenció en 2014 a los 400 años de su muerte, con una exposición que agrupó 125 obras suyas provenientes de más de 30 ciudades de 11 países del mundo, en la muestra más grande del genio jamás organizada.
Para Fernando Marías, el comisario de la exposición, fue precisamente en Toledo donde el ilustre pintor sumó la influencia del arte bizantino de sus orígenes y el clasicismo italiano en una especie de dialéctica sintetizadora para lograr su obra más trascendental.
La intensidad y saturación de sus colores es comparable, en opinión de Marías, con su elocuencia, y dejó escritas opiniones sobre sus piezas Miguel Ángel o Tintoretto que se escribieron ahora también en las paredes de la muestra.
Se han construido Grecos desde la derecha y la izquierda, desde Grecia y China, lo que queremos ahora es que esté todo allí, los ojos, las miradas y las palabras del pintor, todo expuesto, y que el espectador juzgue por lo que ve, afirmó Marías.
Y el resultado es un artista apasionado que disfruta pintando la belleza, aunque para la iglesia sus imágenes religiosas no siempre sean del agrado.
Disfruta, dice Marías, pintando cosas bellas de una forma bella. No son santos demacrados, ni sangre: es un San Francisco sin las llagas de la estigmatización, es la belleza de las divinidades en contra de la posición de la iglesia de su momento.
En su opinión, los ángeles, querubines y serafines parecen hechos de otro material. Saca los pies del plato en lo referido a lo permitido sobre desnudos de su época, y coloca el erotismo y la sexualidad en las iglesias, afirma.
En el siglo XVI se le critican también los detalles, porque son elementos que distraen de lo fundamental: los rezos.
Según Marías hay otro aspecto importante en la obra de El Greco, a quien califica como del tipo de artista "abeja" por contraposición de aquellos a quienes define como "gusanos de seda" que viven sumidos en su propio mundo.
El Greco -dice- absorbe grabados y cuadros y luego los destila como propios, como las abejas fabrican su miel.
Otro creador de mundos, el español Pablo Picasso, estudió detalladamente a El Greco, como afirmó en 1946 un amigo argentino de su etapa en Madrid, Francisco Bernareggi:
"Porque Picasso y yo copiamos a El Greco en El Prado, algunas personas se escandalizaron y nos llamaron modernistasâ��Esto fue en 1897, cuando El Greco era una amenaza", y en 1899 Picasso firmó un aparente autorretrato como "Yo, El Greco".
Curiosamente, se trata de un pintor que murió hace 400 años y fue rescatado por las vanguardias de la pintura hace apenas un siglo, un genio incomprendido y vilipendiado que ¿se adelantó a su tiempo?.
Toledo y España retoman hoy los mundos de El Greco como cúspide de una revalorización artística e histórica poco común y de una obra que sigue impresionando y sorprendiendo cuatro siglos después.
(*) Corresponsal jefe de Prensa Latina en España.
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