PONTEVEDRA
Carmen Babiano, pontevedresa pionera en el arte femenino
Este 2014 se cumple el centenario del fallecimiento de la creadora, de la que el Museo posee más de un centenar de óleos y dibujos
Premio. Este cuadro, As pitas, fue galardonado. Arriba, una vista de Pontevedra desde A Caeira. MUSEO DE PONTEVEDRA
De ella llegó a decir Filgueira Valverde que estaba «à la page» en todo. Extraordinariamente culta, conocedora de varios idiomas, con una formación en música que la podría haber convertido en una magnífica concertista pero, sobre todo, una de las primeras artistas en destacar en Galicia a finales del siglo XIX, en un momento en que las artes todavía no entendían los conceptos de igualdad.
Carmen Babiano Méndez-Núñez (1852-1914), de quien se cumplirá el 2 de septiembre de este año el centenario de su fallecimiento, fue una figura clave en la vida cultural pontevedresa.
La sobrina del almirante Méndez-Núñez y madre de las conocidas hermanas Mendoza, Concha y María, dignas sucesoras de su efervescencia cultural, «como artista era una mujer adelantada en aquellos tiempos», señala Lourdes Martínez-Sapiña, quien hace años comisarió una muestra sobre la que fue su vivienda en vida, el Palacete de las Mendoza, cuando se inauguró la reforma del edificio para ser sede de Caja Madrid.
Pero aunque tenía sobradas cualidades para triunfar como artista, y ganó premios, su trayectoria artística se limitó a su juventud y al nivel de aficionada, ya que el papel que la sociedad reservaba a la mujer estaba reñido con el lienzo. Así que, al contraer matrimonio en 1882 con Víctor Mendoza, un médico que llegó a alcalde de Pontevedra, se retira del ámbito público. «Abandona la pintura o la restringe a la intimidad y el mero entretenimiento», señala el director del Museo, Carlos Valle. Aún así, el Museo guarda más de 130 obras suyas, óleos y dibujos, entre ellas algunas de las que tuvieron más repercusión en su época.
Como era habitual en la educación de las señoritas burguesas de la época, tras las clases de música, que recibió de niña de manos de su abuela, Tomasa Núñez, Carmen comenzó a recibir también las de dibujo. Su maestro en este caso fue el prestigioso pintor catalán Ramón Vives Ayné (1814-1904), que desde 1866 trabajó como profesor en el Instituto de Pontevedra.
Vives la formó en el dibujo y en el óleo, técnica con la que Babiano plasmó escenas costumbristas, retratos, bodegones o flores, los temas reservados para las mujeres de la época. Valle cuenta que con apenas 18 años Carmen Babiano participó en su primera exposición, con los dibujos de esta asignatura en el Instituto de Pontevedra. Y cinco años más tarde, lo hizo en la Exposición Regional de Galicia que se celebró en Santiago, donde coincidió con artistas consagrados y donde dos retratos que presentó se ganaron el reconocimiento de la prensa.
Entre 1879 y 1881 fue colaboradora artística del periódico La Ilustración Gallega y Asturiana, editado en Madrid y cuya cabecera había diseñado Alejandra Murguía, hija de Rosalía de Castro y Manuel Murguía. Babiano publicó varios dibujos en ella, pero donde mostró su mejor momento fue en la Exposición Regional de Pontevedra de 1880. Allí expuso tres retratos, varios dibujos y el cuadro As pitas, en el que muestra a una niña dando de comer a las gallinas, por el que fue galardonada.
Fue la última vez que expuso antes de casarse. «Aunque tanto la prensa gallega como varios diccionarios de artistas a nivel nacional la situaban ya por encima del nivel amateur -añade Valle- su pintura abandona el ámbito público, probablemente por su boda. Como tantas coetáneas, renuncia a desarrollarse profesionalmente y a conseguir un estilo artístico propio para dedicarse a los deberes familiares. A partir de su boda, los prejuicios sociales de la época hacen que limite la práctica del dibujo a la enseñanza de sus hijas al mero disfrute personal en la intimidad del hogar».
A partir de ese momento, canalizó su vertiente artística como mecenas, convirtiendo su casa en uno de los centros dinamizadores de la vida cultural y artística de Pontevedra. Y colaboró activamente en las iniciativas de la Sociedad Arqueológica de Pontevedra a partir de 1894, para la que realizó dibujos de la ciudad.
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