22 de marzo de 2014


TERCERA GRAN EXPOSICIÓN DEL MUSEO GAIÁS

Diez obras de arte casi tan esenciales como el agua

El Príncipe de Asturias inaugura Auga doce, que reúne 700 piezas que intenta homenajear al universal elemento
Auga Doce
Uno de los típicos iglús de Merz   farodevigo.es
Aunque muchos gallegos no compartirán el verso en el que "Siniestro Total" sostiene que "la lluvia es arte", sobre todo después de la sucesión de ciclogénesis explosivas que han tenido que soportar este invierno, las precipitaciones tienen mucha culpa de que la comunidad nade en agua dulce, marcando no solo su paisaje, sino también la forma en la que se relacionan sus habitantes con el medio, su identidad y, por supuesto, su arte.

La ubicuidad de este líquido vital a este lado del Padornelo, hasta el punto de afirmar que "Galicia es agua", es lo que ha llevado a la Fundación Cidade da Cultura, en concreto su responsable de Acción Cultural, María Pereira, a convertirla en protagonista de la tercera gran exposición del Museo, una muestra que define como "hermosa y ambiciosa".
Tras haber inaugurado el complejo diseñado por Peter Eisenman en 2011, el Príncipe de Asturias regresa hoy al Gaiás para presentar en sociedad las maravillas del agua dulce, con permiso del Atlántico, que esta vez se queda al margen, "a través de la mirada prestada de los artistas" para "redescubrir" su "belleza infinita y universal".
A pesar de que es "uno de los elementos más difíciles de representar en el arte", afirma Pereira, su camaleónica forma -desde los copos de nieve hasta las nubes- ha servido de inspiración no solo para las culturas que disfrutan de ella en abundancia, sino también para las que padecen su escasez. Para todas ellas, con un lugar especial para Galicia, la anfitriona, que aporta 160 de las 700 piezas, habrá desde hoy sitio en el Gaiás, a donde apuntarán todas las varas de zahorí que se precien, incluidas las que podrá contemplar el público desde esta misma tarde en el sótano del Museo.
Desde allí, Galicia mira al mundo. Por eso entre la selección de piezas que podrán disfrutarse en el Gaiás de forma gratuita los domingos y durante la primera semana, no faltan obras del arte inuit, del africano o del precolombino. Incluso llegan desde las Antípodas, con una representación de los aborígenes australianos, que sobreviven sobre el suelo menos fértil del planeta. Ni el arte esquimal ni el aborigen habían pisado antes Galicia.
Los aires del lejano Oriente estarán representados por las estampas japonesas de las que bebió el impresionismo de la mano de sus dos grandes maestros, Hokusai e Hiroshige, aunque los espectadores tendrán que realizar un par de visitas a la Cidade da Cultura si quieren disfrutar de los dos, ya que se exhiben por turnos.
Pero la exposición sigue una orden y todo comienza por el subsuelo y, en el caso del Gaiás, por el sótano del Museo, donde se explora una "geografía mítica" por la que fluye el 96 por ciento del agua dulce de la Tierra. En "Agua escondida", los visitantes se encontrarán con mitología del inframundo, a través de la obra del artista chino Miao Xiaochun, que reinterpreta al clásico de Lucas Cranach "Fons Juventutis"; descubrirán la cultura termal de Galicia con el Camafeo das Burgas o comprobarán, como refleja el grabador más célebre del XVIII, Giovanni Battista Piranesi, cómo los romanos ya habían inventado el desagüe con "La cloaca máxima".
Ya en la primera planta, el visitante ascenderá a la "tierra" y podrá degustar, además de las obras inuit, de la Australia aborigen, de África y de Asia, el romanticismo inglés de Constable, uno de los grandes paisajistas de la historia, y contraponer su verde al frío blanco de los paisajes nevados holandeses de la Escuela de la Haya. También ahí está "Ohne titel" (486), del cotizado creador alemán Gerhard Richter, y láminas de los dibujos ornitológicos de Audabon, lo más cerca que se puede estar de su libro "The birds of America", que se convirtió en el libro más caro de la historia al venderse en 2010 por 11 millones de dólares.
Un piso más arriba, el ser humano aparece en escena. En la segunda planta del Museo la exposición reflexiona sobre la lucha del hombre por dominar y capturar el agua, desde con un simple botijo hasta las grandes obras de la ingeniería civil, como el Acueducto de Segovia, y aún hay espacio para un trocito de la Alhambra y el sonido de sus fuentes o los testimonios fotográficos con los que Ursula Schulz inmortalizó las casas de paja construidas sobre el agua en Irak, patrimonio de la Humanidad, antes de que fueran destruidas en la Guerra del Golfo de 1991.
La última planta es la más cercana al cielo, al que el ser humano dirigió la vista para buscar el sentido de su existencia. En ese rincón del espacio diseñado por Eisenman, además de distintas deidades, se esconde la visión pop art de David Hockney, los dibujos de lluvia de Louise Bourgeois y las fotografías de André Kertész. Pero el hombre también miró hacia arriba para averiguar qué tiempo hará mañana y por eso se incluyen viejos aparatos que permitieron medir la velocidad de las nubes o la dirección del viento. La NASA, que también cedió obras para la exposición, se atreve a alzar aún más la vista, hasta el confín del universo, donde busca huellas de agua, con el convencimiento de que su rastro lleva hasta la vida.

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