Disfrutar los museos en familia
Llevar a los niños a una exposición de arte no tiene por qué significar una derrota de
antemano para los progenitores. Hacerles partícipes de la experiencia y fomentar su
creatividad e imaginación puede suponer que toda la familia disfrute de la visita
Los niños perciben las obras de arte más intensamente Gary John Norman
En el colegio, los niños disfrutan con la clase de plástica, mientras pintan figuras,
dibujan autorretratos o modelan arcilla. Sin embargo, los adultos afrontamos con
miedo una visita familiar a un museo. Creemos que los niños se aburrirán, no
entenderán nada… ¿Cómo se aproxima un niño al arte y cómo podemos ayudarle a
que lo disfrute sin ideas preconcebidas?
Jordi Clavero, jefe del departamento educativo de la Fundació Joan Miró de Barcelona, asegura: “Cuanto más pequeños son los niños,
menos prejuicios tienen. Se acercan a una obra de arte con una actitud más abierta y desinhibida que los adultos. Sin tener
conocimientos de historia del arte, se enfrentan a una obra directamente, sin prevenciones, y hay que preguntarles qué ven en esa obra, y
no qué piensan que significa”.
Podemos acercar a los niños al mundo del arte intentando hacerlo a su manera, es decir, lo más natural posible. Judith Ara, coordinadora
general de conservación del Museo del Prado, explica que cada niño es diferente y su actitud personal ante la obra de arte puede ser
también muy distinta. “Lo que es importante es que los primeros contactos del niño hacia el arte se produzcan en un clima de normalidad,
que sientan el arte como algo cercano formando parte de su cotidianidad”.
Artistas callejeros y museos Y esta cotidianidad puede ser mirando las esculturas que vemos de camino al colegio, las creaciones de los
artistas callejeros o las reproducciones de obras maestras en objetos como tazas, imanes o postales. Lo importante, según explica Judith
Ara, es ser receptivo como adulto y enseñar a ser receptivo al niño, educándole en valorar las manifestaciones artísticas del entorno más
cercano. Además, actualmente, hay muchos recursos en las web de los diferentes museos, así como en libros, blogs e incluso programas de
tele especializados en acercar el arte a los más pequeños. Para la responsable de conservación del Museo del Prado, “es importante que
los padres enseñen a mirar, pero deben ser los niños quienes observen detenidamente las obras y expliquen lo que ven y nos cuenten qué
es lo que más les llama la atención. Una buena receta es disfrutar juntos, mayores y pequeños, delante de las obras”, detalla.
Niños infravalorados Los diferentes museos y centros de arte ofrecen multitud de actividades didácticas para el público infantil o
familiar. Les permiten manipular las obras, hacer talleres prácticos…. Son actividades que ayudan mucho, pero a veces los adultos
infravaloramos a los niños. No es inusual la siguiente anécdota. Una familia va a visitar un museo. En la entrada, les ofrecen la
posibilidad
de que su hijo haga la visita dinamizada para niños, como un juego de pistas. La familia accede y visita el museo a la vez que el niño
disfruta con el juego de pistas. Cuando acaba el recorrido, el niño pregunta: “Y ahora, volvemos a empezar porque yo quiero ver el museo
de verdad, el de los mayores”.
Y eso no significa que ese juego de pistas, esa visita dinamizada, sea algo nocivo. Muchos museos los incluyen como una ayuda a la hora
de visitar una exposición, y a muchos niños les encantan y les enseñan cosas añadidas a las obras de arte. Pero a veces los adultos
olvidan que los niños también pueden hacer lo mismo que hacen ellos y no únicamente actividades para público infantil. Jordi Clavero
explica: “A veces, para poder disfrutar de una exposición, buscamos que el niño esté entretenido. Nosotros defendemos más el concepto
de hacer la visita al museo o la exposición lo más inclusivo posible: hacer una visita conjunta, y que todos los miembros de la familia
valoren las obras y se enriquezcan mutuamente con sus puntos de vista”.
Arte simplificado Algo parecido sucede con todas las artes: se les da a leer a los niños versiones ultra reducidas y ultra simplificadas de
los
clásicos; se les adaptan conciertos a su medida… todo con la mejor de las intenciones, pero a veces esos niños quieren ir más allá y no les
dejamos, con la creencia de que no están preparados.
Otra anécdota real: un festival de fin de curso en un colegio, con juegos y actividades y música clásica de fondo. Mientras unas madres se
quejaban, literalmente, a dirección, porque había música clásica y no algo más movido, otros niños iban a preguntar, entusiasmados, el
título de lo que estaban escuchando para buscarlo luego en Youtube. Si se introduce la cultura y el arte en la vida cotidiana, poco a
poco nos enriquecemos internamente todos. En Austria, hay autos de choque con música clásica de fondo. Y los adolescentes que están
chocando con sus colegas se lo pasan igual de bien.
Obras reales El responsable de público joven, escolar y familiar del British Museum de Londres, Richard Woff, explica que a los niños
que visitan el museo “una de las actividades que más les gusta son las mochilas del museo, que son gratis y pueden escoger a su gusto”.
La mochila, de cada zona que uno quiera visitar, tiene actividades en su interior que les tienen ocupados durante una hora y media. Por
ejemplo, en la mochila correspondiente a las momias pueden escribir su nombre en jeroglífico, o tocar materiales momificados. En la de
la época romana pueden hacer un mosaico, o en la de los griegos adivinar por el olfato qué contienen diversas ánforas…
A la hora de visitar un museo, además, se añade un efecto sorpresa muy especial: la realidad, frente a la virtualidad en la que estamos
todos inmersos. Lo explica muy bien Judith Ara, la coordinadora del Museo del Prado: “Teniendo en cuenta la importancia de la imagen
en la sociedad en la que vivimos, es muy probable que, antes de ver las obras originales en los museos, los niños ya conozcan esas piezas
a través de fotografías, libros o internet. Por esta razón, la primera visita a un museo suele ser muy especial, ya que se dan cuenta de qué
poco tiene que ver el original con la referencia visual que ellos tenían. Cuestiones como el tamaño de la obra original, el brillo de los
colores, la tridimensionalidad en el caso de la escultura, o su emplazamiento dentro del museo junto a muchas más obras, suele
despertar
su admiración. Tienen una gran capacidad para sorprenderse, incluso por los detalles más pequeños”, ilustra.
Las actividades preferidas por los niños son aquellas en las que se sienten partícipes. Según explica Ara, “si se otorga al niño un papel
activo dentro del museo se logra captar su atención. Ellos se aproximan al arte sin ningún tipo de miedo. Su percepción sobre la obra de
arte es clara y pura ya que, al contrario de la del adulto, no está condicionada por su formación, ideología o religión. Ante las preguntas
que se les plantea suelen contestar de forma muy directa y, en muchas ocasiones, sus respuestas resultan muy interesantes para ser
analizadas. De igual manera, las preguntas que ellos formulan son una muestra de interés y deben ser contestadas siempre”.
Piezas estrella Las piezas estrella del British Museum para los niños son, según explica Woff, la piedra de Rosetta, las momias y la
estatua de la isla de Pascua. La estrella del Museo del Prado para el público infantil son Las Meninas de Velázquez y, en especial, su
personaje protagonista, la infanta Margarita. La de la Fundació Miró es el gran tapiz de 7 metros de altura por 3 de ancho, con lanas de
colores y materiales textiles, con colores puros, simplicidad y algunos de los elementos más característicos del genio catalán.
Cuando los adultos planifican una salida a un museo tememos que los más pequeños se aburran, que según qué museo no será
apropiado… Clavero aboga por eliminar todos los prejuicios: “No hay un tipo de obra de arte más adecuada a los niños o a los adultos.
El arte plantea preguntas y propone soluciones en situaciones reales, y eso nos afecta a todos porque es algo vivencial. Evidentemente, la
manera en que se mira una obra de arte se apoya en el bagaje de experiencias vitales, que ayudan a aproximarse de una manera u
otra, pero los niños, aunque tengan menos años de experiencias, lo viven más intensamente. Los adultos lo racionalizan, mientras que los
niños lo observan, se preguntan de qué está hecho, cómo lo han hecho… lo disfrutan”.
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