Mucho antes de que existiera la Villa, antes de la fundación de Mayrit por los árabes en el siglo IX, de los probables asentamientos visigodos, antes de la construcción de las villas romanas que existieron entre los siglos I y V en lo que hoy es la ciudad de Madrid. Mucho antes de la Edad del Bronce, allá por los siglos XIII-XV antes de Cristo, época de la que tenemos noticias arqueológicas sobre grupos de población organizados en el Cerro de las Vistillas. Antes incluso del Neolítico –última etapa de la larga Edad de Piedra–, unos 6.000 años a. de C., cuando grupos pequeños vivían en poblados formados por cabañas construidas con barro y ramas, aún sin conocer las técnicas de cultivo que más tarde les permitirían una transformación en el modo de vida, establecer una organización social, división social del trabajo, adoptar creencias religiosas y tener una vida más sedentaria –en Madrid esto se produjo hace solo unos 7.400 años, setenta y cuatro siglos–.
Mucho antes de que todo esto tuviera lugar, en tiempos remotos, en el Paleolítico, primera época de la Edad de Piedra, hace entre 400.000 y 9.000 años, los valles junto al río Manzanares, que por supuesto aún tampoco tenía nombre, fueron habitados por pequeños grupos humanos que vivían de la caza y la recolección de los frutos.
El Paleolítico fue la época caracterizada por el desarrollo de la industria lítica o talla de la piedra, que fue el primer material utilizado por los humanos para la creación de herramientas que permitieran su subsistencia. También se inició la creación de objetos de arte como expresión del pensamiento simbólico (arte rupestre y decoración de los objetos).
En el Museo de Ciencias Naturales hay una didáctica recreación de un corte geológico que muestra los diferentes estratos resultado de la evolución humana. Arriba del todo, bajo el nivel del suelo de la sociedad industrial, se encuentran los restos de la industria lítica y del arte del Paleolítico Superior.
Los hallazgos arqueológicos y paleontológicos correspondientes al Paleolítico localizados en las terrazas del Manzanares, desde la Casa de Campo hasta su desembocadura, son importantísimos. Nos aportan una información asombrosa sobre nuestro pasado. Aunque hoy nos parezca mentira, entonces las riberas de nuestro río estaban pobladas por diferentes especies animales, y eran boscosas, con árboles que proporcionaban frutos suficientes para alimentarse. Esto, junto al agua abundante y los yacimientos de pedernal que eran materia prima esencial para su vida, provocaron los numerosos asentamientos. Los grupos que pasaban por estas tierras tenían todo lo que necesitaban. Quizá construían sus chozas aún solo con ramas y en el exterior encendían el fuego. Lógicamente de ellas no quedan huellas, pero sí de los muchos utensilios que tallaban, hachas, puntas, lascas, cuchillos…
De la antiquísima vida en las riberas del río dan fe estas herramientas de sílex que utilizaban sus pobladores encontrados en los numerosos yacimientos excavados a lo largo del siglo XX. Fueron hallados restos en Carabanchel, junto al Cementerio de San Isidro, Villaverde, Moratalaz y Usera.
En el distrito de Usera, barrio de Moscardó, se encontró uno de los yacimientos más importantes, el llamado de El Sotillo, explorado por Paul Wernert y José Pérez de Barradas a partir del mes de julio de 1919. Estaba situado entre la actual calle de Antonio López y el Manzanares, a unos 400 metros del Puente de la Princesa, a 35 metros del río.
En los inicios del siglo XX la zona, a ambos lados del Manzanares, estaba ocupada sobre todo por huertas. Había un pequeño soto, zona arbolada, y un merendero llamado El Sotillo, junto al cual antes estuvo el arenero del mismo nombre, que propició las excavaciones y hallazgos arqueológicos. El Sotillo era un vado por el que se podía cruzar el río, llamado Vado de Santa Catalina.
Se estudiaron los diferentes estratos del terreno que dieron información sobre las etapas geológicas. No demasiados, pero también aparecieron restos paleontológicos (mamíferos, tortugas…). La mayor parte de hallazgos correspondieron a pedernales de diferentes tamaños y formas tallados con el fin de servir como utensilios diversos y armas.
El arenero del Sotillo había sido uno de los más importantes del barrio. La zona contaba con varios establecimientos industriales, areneros y tejares. Muy cerca se encontraba el tejar de Matapobres. Los materiales industriales que proporcionaban, arenas, gravas, etc, eran utilizados en las construcciones urbanas que por entonces tenían lugar, entre ellas la del Matadero, al otro lado del Manzanares que ya aparece representado en el plano de 1915.
Entonces los arqueólogos aconsejaban que la mejor forma de llegar al yacimiento para visitarlo era tomar el tranvía 37, que salía de la esquina del Banco de España hacia el Puente de la Princesa.
Tras cruzarlo, seguir la orilla derecha del Manzanares hasta llegar al merendero junto al cual estuvo el arenero.
Hoy el yacimiento ya no existe, aunque bajo el terreno continúan existiendo las capas de tierra que cuentan los secretos del pasado de Madrid. Sigue siendo interesante y bonito acercarse hasta allí y dar un paseo por este barrio de Madrid, a ambos lados del río. Lo mejor es llegar en el metro, o como cada uno prefiera, hasta la Plaza de Legazpi. Desde aquí tomar la calle Vado de Santa Catalina, cuyo nombre constituye casi el único recuerdo de aquellos tiempos, entre el Mercado de Frutas y el Matadero, hoy magnífico centro cultural, hacia el Puente de la Princesa.
Cruzando el río, siguiendo las instrucciones de Wernert y Pérez de Barradas, llegamos a la calle de Antonio López, recorremos los metros indicados y llegamos a un solar.
Allí debajo debía estar el yacimiento de El Sotillo.
Hoy, igual que ayer, desde aquí contemplamos el Matadero y la torre de la Casa del Reloj.
Ahora las construcciones son numerosas; el Manzanares se puede cruzar a través de modernos puentes en lugar de vados naturales; y las riberas del río están ocupadas por paseos allanados, destinados a peatones y ciclistas, y árboles jóvenes.
Pero no podemos dejar de pensar que aquí hubo vida en la prehistoria madrileña, desde los tiempos más antiguos. Una vida nómada y aún muy primitiva, pero al fin y al cabo una etapa de nuestra historia, precursora de civilizaciones más avanzadas, todas las que llegaron después, que citábamos al principio, hasta nuestros días.
Finalmente, volvemos una vez más al Museo de San Isidro para contemplar los recuerdos de esta historia, fruto de las visitas y del trabajo de los arqueólogos al arenero y sus hallazgos en el yacimiento prehistórico. El museo guarda el diario manuscrito de las excavaciones, el diario de campo escrito por un José Pérez de Barradas muy joven en aquellos momentos, apenas 22 años, que con el tiempo llegó a ser uno de nuestros arqueólogos más notables.
Los hallazgos de El Sotillo están datados entre hace 20.000 y 15.000 años, en el Paleolítico Superior, cuando vivieron los Homo Sapiens, cuyas capacidades más desarrolladas que las de sus antecesores permitieron que establecieran grupos sociales más complejos, un lenguaje más evolucionado y una gran técnica en la construcción de herramientas. De todo ello quedaron evidencias en el subsuelo de este barrio madrileño, en Usera, junto al Río Manzanares.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Wernert, P. y Pérez de Barradas, J. “EL yacimiento paleolítico de El Sotillo (Madrid)”, en Anuario de Prehistoria madrileña. Vol. I. Ayuntamiento de Madrid 1930.
Museo de San Isidro. Orígenes. Un viaje al pasado de Madrid. Ayuntamiento de Madrid 2012.
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