Asociación de Belenistas de Cuenca
Belén del Príncipe: en el Palacio Real, es el que Carlos III se trajo a la vuelta de Nápoles y que fue enriquecido con nuevos encargos realizados tanto en Nápoles como a artesanos españoles. Este belén sufrió diversos avatares en su historia y lo que hoy
Mil setecientos fue el siglo del teatro, y la producción y dirección de belenes gozaba de una gran reputación. Al final del proceso se encontraba el rico patrocinador. De la mayoría de ellos conocemos sus nombres: el príncipe de Ischitella, que cubría gemas de oras las figuritas de sus belenes; el duue de Calá Ulloa; el duque de Corvino, e incluso reyes, como Carlos III, que en compañía de su ausustísim consorte María Amalia, dedicaba a esa actividad las tardes libres de los compromisos de Estado. Tal ocupación estaba completamente alejada de la práctica religiosa y eclesiástica habitual a la que era de esperar se refiriera, dada la temática.
Los belenes d este siglo no gran únicamente alrededor del tema de la Navidad, sino que se extienden mucho más ampliamente hacia nuevos capos de investigación, desde la etnografía al folkrore: la taberna, la tarantela, la caravana de los Reyes Magos, el tropel de los provincianos caracterizados según la provincia de origen, los saltimbanquis, el séquito de los músicos de color procedentes de África y de Oriente, lo cómico, lo exótico, lo descriptivo, la crítica social y siempre –y sobre todo- un complaciente sentido de distanciamiento respecto a la clase más humilde, una impía befa, casi un constante rango caricatural a expensas del “cafone”, el hombre o l mujer de campo, que viene a la ciudad, a un mundo diferente e inesperado, y no sabe esconer su cándida sorpresa frente a tantos signos de magníficas riquezas y adelantos. Desgraciadamente hoy encontramos poco, al menos en el plano dele spectáculo del conjunto, de lo que debían auténticamente representar los belenes en su momento originario: los belenes se modificaban y actualizaban. Solo recientemente se han convertido en objetos estático de los museos.
Mil setecientos fue el siglo del teatro, y la producción y dirección de belenes gozaba de una gran reputación. Al final del proceso se encontraba el rico patrocinador. De la mayoría de ellos conocemos sus nombres: el príncipe de Ischitella, que cubría gemas de oras las figuritas de sus belenes; el duue de Calá Ulloa; el duque de Corvino, e incluso reyes, como Carlos III, que en compañía de su ausustísim consorte María Amalia, dedicaba a esa actividad las tardes libres de los compromisos de Estado. Tal ocupación estaba completamente alejada de la práctica religiosa y eclesiástica habitual a la que era de esperar se refiriera, dada la temática.
Los belenes d este siglo no gran únicamente alrededor del tema de la Navidad, sino que se extienden mucho más ampliamente hacia nuevos capos de investigación, desde la etnografía al folkrore: la taberna, la tarantela, la caravana de los Reyes Magos, el tropel de los provincianos caracterizados según la provincia de origen, los saltimbanquis, el séquito de los músicos de color procedentes de África y de Oriente, lo cómico, lo exótico, lo descriptivo, la crítica social y siempre –y sobre todo- un complaciente sentido de distanciamiento respecto a la clase más humilde, una impía befa, casi un constante rango caricatural a expensas del “cafone”, el hombre o l mujer de campo, que viene a la ciudad, a un mundo diferente e inesperado, y no sabe esconer su cándida sorpresa frente a tantos signos de magníficas riquezas y adelantos. Desgraciadamente hoy encontramos poco, al menos en el plano dele spectáculo del conjunto, de lo que debían auténticamente representar los belenes en su momento originario: los belenes se modificaban y actualizaban. Solo recientemente se han convertido en objetos estático de los museos.
Belén de la Fundación Bartolomé March Servera de Palma de Mallorca, dispuesto en vitrinas
Los cambios culturales y lo cambios de sensibilidad dejaron sus huellas: así, los belenes difícilmente han llegado hasta nosotros con la apariencia que tenían durante la regencia austriaca (1707-1733), o durante las cinco décadas que siguieron de reinado de Carlos III, o durante los años de la primera resturación de los borbones (1799-1806).
Los belenes más famoso e importantes hoy –en el Muse de San Martn en Nápoles, en la Reggia de Caserta, en los museos de Avellino, en Munich, en New York (The Metropolitan), Pittsburgh, o in situ en alguna casa napolitana que aún los conserva (los Leonetti, los Castello)- reflejan con absoluta precisión cada una de las fases culturales de las que se compone.
En el Belén Napolitano convergen distintos factores que influyen en su construcción como pueden ser: arqueología, etnografía, folklore y teatro (culto y popular), espectáculo religioo y callejero, todas estas emociones e inspiraciones hacen posible el realismo del Belén Napolitano.
Los cambios culturales y lo cambios de sensibilidad dejaron sus huellas: así, los belenes difícilmente han llegado hasta nosotros con la apariencia que tenían durante la regencia austriaca (1707-1733), o durante las cinco décadas que siguieron de reinado de Carlos III, o durante los años de la primera resturación de los borbones (1799-1806).
Los belenes más famoso e importantes hoy –en el Muse de San Martn en Nápoles, en la Reggia de Caserta, en los museos de Avellino, en Munich, en New York (The Metropolitan), Pittsburgh, o in situ en alguna casa napolitana que aún los conserva (los Leonetti, los Castello)- reflejan con absoluta precisión cada una de las fases culturales de las que se compone.
En el Belén Napolitano convergen distintos factores que influyen en su construcción como pueden ser: arqueología, etnografía, folklore y teatro (culto y popular), espectáculo religioo y callejero, todas estas emociones e inspiraciones hacen posible el realismo del Belén Napolitano.
Belén Napolitano en Cuenca (Salón de actos de la Diputación de Cuenca)
Por http://www.elmentidero.org/autores/luis-manuel-moll/bel%C3%A9n-napolitano/
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