Las fotos de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala - Edgard Garrido
David Huerta aparca su actividad poética y se centra en la ensayística para retratar la violenta realidad de su patria, México. Un país que parece al borde de la guerra civil.
David Huerta es uno de los grandes poetas vivos de la lengua española.
Nunca he comprendido por qué no es más conocido y por qué talentos menores que él avanzan hasta los primeros puestos de la fama. Su poesía completa, «La mancha en el espejo», ocupa dos gruesos volúmenes en la edición del Fondo de Cultura Económica. Su extenso poema «Incurable» es una de las cumbres de la poesía española contemporánea. Pero no es del David Huerta poeta del que hablaremos en esta ocasión, sino del ensayista, del intelectual. O, como él mismo dice, del «concerned citizen», el «ciudadano preocupado» por la situación social de su país.
«La violencia en México» es un libro muy breve, y está escrito con una claridad y una mesura admirables. Es evidente que David Huerta escribe teniendo en cuenta a un lector que puede no ser mexicano (que será, en primer lugar, español, ya que es en España donde se publica el libro), y que puede no conocer los detalles de la historia y de la política mexicanas recientes. Normalmente conocemos los hechos que suceden en los países de nuestro alrededor, no el entramado que hay por debajo.
Un cierto pudor
El resumen de la política mexicana del siglo XX y XXI que nos proporciona David Huerta, el extraño y asimétrico juego de los tres partidos principales de su país y la forma en que todos los elementos sociales y culturales se entrelazan en el desolador panorama de la violencia en México, es absolutamente admirable. No podemos comprender lo que sucedió en Iguala, por ejemplo, si no entendemos lo que significan las escuelas normales en México, el papel que tienen en la vida de muchos jóvenes de extracción social humilde y cómo surgen, prácti-camente, de la Constitución de 1917, que es la base de la democracia mexicana.
La violencia en México está escrito en un español de enorme elegancia, bajo cuya sencillez expositiva y didáctica se percibe el dominio verbal de un gran artista del lenguaje. El tono es próximo, urgente, preocupado, pero no es ni melodramático ni mucho menos sensacionalista. Si acaso percibimos un cierto pudor en la forma de expresarse David Huerta, por ejemplo en la elección de adjetivos, cuya apasionada expresividad produce al mismo tiempo un efecto paradójico de cierta literaria distancia, como si los hechos que narraoriginaran en el autor una sensación de consternación pero también de vergüenza. David Huerta dice todo lo que quiere decir sin pelos en la lengua, pero tiene el buen sentido de no entrar en detalles escabrosos.
La realidad de su país ya es lo suficientemente horripilante para no tener que entrar en detalles morbosos. De acuerdo con las cifras oficiales, han muerto 30.000 [sic] personas en la «guerra contra las drogas» emprendida por el anterior presidente, Felipe Calderón. Pero esta cifra se elevaría, de acuerdo con las organizaciones civiles, a unas 150.000 [sic de nuevo]. ¡Ciento cincuenta mil víctimas en un país que oficialmente no está en guerra y en el que hay una democracia, por muy imperfecta que sea! Hay guerras y sangrientos golpes de Estado y horribles dictaduras crueles que no arrojan tantas víctimas. ¿Qué ocurre en México?
Reguero de muertes
David Huerta repasa todos los problemas del país en un recorrido necesariamente esquemático pero que va señalando, uno tras otro y sin olvidar ninguno, todas las heridas de esta sociedad en profundo conflicto. La «guerra contra las drogas» de Calderón y por qué esta solución fue la peor idea que nadie pudo tener y ha dejado un reguero de decenas de miles de muertes. Fenómenos nuevos e inexplicables como el culto a la Santa Muerte, y su relación con los asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez, algo que ya se comenta en México en voz baja, y que suscita en un principio la incredulidad espantada del visitante. El problema de la educación y las contradicciones de una refoma educativa que, con la excusa de «modernizar» el sistema de enseñanza, pretende derribar el sistema público y dar la entrada a la Iglesia católica en un país formalmente laico y aconfesional. La fascinación de los adolescentes, especialmente provenientes de zonas deprimidas, por los narcotraficantes, convertidos en héroes populares y románticos en ese horrendo género musical de los «narcocorridos». La culpabilización de las víctimas. La connivencia (y este es uno de los puntos más difíciles y más oscuros) de las autoridades con el crimen, el hecho de que muchos de los cárteles de narcotraficantes estén compuestos mayoritariamente por exmilitares y de que los criminales tengan estrechos vínculos, en numerosas ocasiones, con la política, con la ley y con la policía. ¿Cómo se puede arreglar un país así? ¿Por dónde empezar?
La idea de poner al ejército a luchar contra el narcotráfico ha creado en México una verdadera situación de guerra civil. Cuando David Huerta afirma que sería más sensato atacar las finanzas de los narcos y perseguirlos con medios policiales que no combatirlos a balazos, sentimos el eco lejano de una situación que tiene en nuestra zona del mundo una curiosa semejanza. Ya que ¿no es así como debería combatirse, también, el terrorismo yihadista? ¿No es temerario comenzar guerras donde el paciente, casi diríamos científico, trabajo policial, podría alcanzar mejores resultados?
«La violencia en México» es un libro admirable que todos los interesados en el estado actual del mundo deberían leer. Es perceptible el amor de David Huerta por su país, amor teñido de lágrimas. De eso sabemos algo los españoles. Si lo miramos en el mapa, México parece la otra mitad de España. Como dos mitades de un solo corazón.
abc.es
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