17 de diciembre de 2015

La ganadora del Premio Herralde, Marta Sanz

La mejor Marta Sanz .
Radical, esperpéntico y con mucho de astracanada, así es «Farándula», la novela ganadora del Premio Herralde de este año, que firma Marta Sanz.
La ganadora del Premio Herralde, Marta Sanz
La ganadora del Premio Herralde, Marta Sanz - Jaime García
Marta Sanz ha encontrado la mejor manera de ser una escritora política: ser lenguaje como se es un cuerpo. «Farándula» radicaliza de tal forma su apuesta literaria que no tienes más remedio que acordarte de los grandes. Pienso en Valle-Inclán, por ejemplo, quien, por encima de cualquier otra consideración, impone un lenguaje elocuente por sí mismo. Te habla como nadie puede hacerlo. Cuando Marta Sanz encadena su estilo con el látigo de enumeraciones y su peculiar modo verbal fluyente –palabras que brotan a borbotones y retuercen su expresividad fonética–, admites que quizá con «Farándula» haya escrito su mejor libro porque es el que de manera más directa comunica su lenguaje con el cuerpo. También porque de esa forma el lenguaje sustituye a la ideología y desmonta sus mendacidades.

Roland Barthes concluyó su autobiografía con el dibujo de un cuerpo, una simple nervadura, que denominó «hopalandas de un payaso», como manera de decir que solamente el cuerpo es el sujeto, sin las mentiras de su representación. Cabe decir también que sin las mentiras de la ideología.
Brillo y mugre


Sólo al final, en el epílogo, desvela Marta Sanz la poética que domina este libro. El lector podría creer que «Farándula» habla únicamente del mundo de los actores de teatro, cine o televisión, con un poco de brillo y mucha mugre. Pero crea una narradora implícita, autora, que lleva la tesis de su novela hasta la generalidad de la escritura, que también es esfera mimética aquejada del fin de fiesta teatral, como si el «The End» que marca el apagón de la ficción y el comienzo de la cruda realidad afectara a todo arte.
Sanz encuentra en la veta de Valle-Inclán la vía para que la escritura recupere su corporeidad

El universo de los actores en nada se parece a las falsas alfombras rojas de la entrega de los Premios Goya, donde fulgen su éxito muchos «rojos clicquot», contradictorios como su Daniel Valls; se parece más a la indigencia de otros muchos actores que no son invitados y de los que nadie se acuerda.

Marta Sanz ha pivotado con inteligencia su novela sobre la triple suerte de un elenco de actrices pertenecientes a tres generaciones: la antigua estrella Ana Urrutia, en la indigencia total; la madura Valeria Falcón, y la joven Natalia de Miguel. Son antológicas, por la ironía pero también por su directa expresividad, las escenas imaginadas al mimetizar el movimientos de actores y de lenguaje en los «realities» televisivos.
Torrente de palabras

Incluso cuando se sirve de la astracanada y disparatadas o inverosímiles escenas de la plaza de los Vosgos y la exagerada convivencia de Ana Urrutia y Charlotte Saint-Claire, Marta Sanz ha hecho teatro dentro del teatro, e imagina en el fondo una «mise en abyme» en la que se tensan las relaciones de la economía y el arte, desde la política de las subvenciones a las mentiras de los eufemismos de la indigencia.

«Farándula» es revolucionaria porque impone el lenguaje como forma de literalidad. El lector discurre por un torrente de palabras que ejecutan directamente su expresiva fonética porque la realidad las necesita para decirse.



Cuando hoy la literatura, incluso la que se dice apegada a lo social y reclama nuevas formas de realismo, huye de su especificidad, Marta Sanz encuentra en la veta valleinclaniana, radical y esperpéntica, la vía para que la escritura recupere su corporeidad. En literatura ser cuerpo es ser lenguaje, sin rehuir lo que todo cuerpo contiene de mocos y caca. Sin esa radicalidad expresiva todo realismo acaba siendo otra falacia.
abc.es

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