La obra de la autora norteamericana, perteneciente a la segunda generación de la Escuela de Nueva York, demuestra que es posible una poesía nueva y deslumbrante
La poeta norteamericana Alice Notley - Archivo ABC
Sí, es posible una poesía nueva y deslumbrante, y la obra de Alice Notley lo demuestra. «Grave of Light» es el título de su poesía selecta. Los críticos sitúan a Alice Notley, que tiene actualmente setenta años, en la segunda generación de la Escuela de Nueva York (la de Ashbery, O’Hara, Koch, Schuyler, Berrigan), pero eso en realidad no importa mucho. «Yo no tengo una poética», dice Notley. «Las poéticas son chorradas, inventos comerciales». Y luego: «Yo pertenezco a mi propia escuela poética».
Es como si en Estados Unidos la poesía, desde hace ya unos cuantos años, hubiera comenzado a convertirse en algo diferente de cualquier cosa que hubiera habido antes. Algo prefigurado, quizá, por John Ashbery, por James Merrill, por la difícil música de Robert Creeley. Se trata de esos poemas que se publican, por ejemplo, en «The New Yorker», esas piezas altamente inteligentes, totalmente a-musicales, llenas de ingenio y observaciones visuales sobre la realidad contemporánea y que capturan de forma magistral las cadencias de la voz hablada. Una poesía que borra cualquier límite que pudiera separarla de la prosa, de la narración, del diario; que une lo social con lo íntimo, lo coloquial con lo visionario. Estas son, también, las líneas principales de la poesía de Alice Notley.
«La poesía de la realidad», escribe Steve Silberman a propósito de Alice Notley, «es una prosa pulida y luciente». ¿No es maravilloso definir la poesía como un tipo de prosa? Cuatro elementos me gustaría destacar en la poesía de Alice Notley: la voz, la luz (el color, la imagen), el ritmo y lo narrativo.
Cuatro elementos destacan en Notley: la voz, la luz (el color, la imagen), el ritmo y lo narrativo
«La prosodia», dice Alice Notley en una entrevistapara la siempre inspirada revista «Bomb», «trata en realidad sobre tu propia voz, tu propia fisiología, tus propias vibraciones». El segundo marido de Notley,Douglas Oliver, hacía experimentos colocando electrodos en la garganta de personas a las que luego pedía que leyeran poemas y obtenía, de este modo, los gráficos sonoros de un poema. La idea era que la prosodia es lo que uno puede encontrar en esos gráficos. Notley no está interesada en estos experimentos en sí, pero sí en su espíritu.
Poned colores
Pero recapitulemos. La idea de que la prosodia no es algo que surge de la tradición, es decir, de los pies y de los metros y los acentos naturales del idioma interpretados por la tradición, sino de la voz en sí, de la vibración de la voz de cada uno, ¿no es absolutamente sorprendente? Para Notley la prosodia es la voz del poeta, y por eso, para ella, una parte integral del trabajo poético consiste en encontrar una forma propia y personal de leer los poemas en voz alta. Ella encontró esa voz muy pronto, afirma, una entonación muy rápida hecha sobre todo de vocales y que evita los sonidos que cierran la glotis. Todo esto es fascinante. (Y recuerda, por supuesto, a la poesía de Sylvia Plath, hecha de grandes vocales luminosas que se elevan como acetileno). Todo esto es muy innovador, pero al mismo tiempo nos lleva a los inicios de la poesía, cuando el poeta era aedo, cuando la poesía existía en la voz y en el oído más que en el ojo y en la página. Para Alice Notley la poesía surge de la propia garganta del poeta, de modo que el poeta ya no puede ser sólo «escritor», sino que ha de ser «recitador» también.
En cuanto a la música, Alice Notley dice que al escribir «Reason and Other Women» «estaba intentado descubrir» cómo era su mente, pero que lo que su mente hacía era buscar cadencias musicales que ya conocía de antes. «La música es la única forma de lograr que un poema tenga sentido. Pero a veces luchas contra la música porque si te abandonas a ella, comienzas a reproducir el sonido de otro». Por eso la música, para Notley, debe intentar evitar las cadencias conocidas, las músicas oídas. La fascinante lucha de Notley con la música incluye bruscas violencias, ritmos misteriosos, sorpresas entrecortadas y resonancias inaprehensibles.
Su fascinante lucha con la música incluye bruscas violencias, sorpresas entrecortadas....
Su interés por el color se inició al escuchar a Ted Berrigan en sus clases decir a sus alumnos: «Poned colores en vuestros poemas; organizadlos de acuerdo con un esquema de colores». Interés por el color y también por la luz: sobre todo la del desierto Mojave de su infancia, espléndida, y la de Nueva York, que para ella es la más bella del mundo, así como París es una ciudad sin luz y sin colores. «Todavía sigo diciendo de qué color son las cosas», explica Notley. Sí, seguramente es así de sencillo.
Épica femenina
Y lo narrativo. Los poemas de Alice Notley suelen ser muy largos. Una de sus obras más representativas, «The Descent of Alette», es un poema épico, una «épica femenina», en la que Alette, la protagonista, se embarca en una misión para acabar con el dolor del mundo. Comienza en el metro de Nueva York. Alette se encuentra de pronto dentro de un vagón al que no recuerda cómo ha llegado, y al instante sabe que hay en algún lugar un «tirano» encargado de que ella y todos los que van con ella no salgan nunca a la superficie, un «hombre» que desea arrancarles el alma, porque eso es lo que son ella y los demás, un mundo de almas, almas que viajan eternamente en los túneles del metro. Milton, Dante, Chaucer, están entre sus autores favoritos. «Creo que los poemas largos funcionan mejor para la trama y el relato que la prosa».
Termino con una traducción de uno de los raros, rarísimos, poemas breves. «Más importante que haber / nacido es tu ciudad / de acuerdo con cuya escala / / tu corazón cuando mueras / será medido». La poesía de la realidad es una prosa pulida y luciente.
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