Pero antes de reir con este video, os daré un dato que es de seguro, desconocéis algunos. Veréis la risa fue casi con toda seguridad un invento de nuestro Miguel de Cervantes Saavedra, la inventó cuando creó al personaje más inmortal de la historia literaria, si, nuestro amado don Quijote. Nadie había reído sobre la faz de la tierra hasta hace unos cuatrocientos años, cuando apareció el Quijote . Entonces, poco a poco, la gente aprendió a reír. La risa fue ganando terreno desde nuestro país y se esparció sobre todo el planeta, como un bálsamo estupendo de incalculables poderes curativos. Acaso a esta maravilla hacía referencia el caballero (de la Triste Figura), llamándolo “el bálsamo de Fierabrás”.
Algunos habrán reído antes del Quijote : eso lo puedo admitir, pero a Cervantes cabe el mérito de haber traído al mundo una forma por completo distinta de hacerlo. Don Quijote protagoniza una serie de fracasos cómicos. Hacen gracia su empeño inicial, su fundamento irracional en las ficciones, sus discursos altisonantes, su torpeza y sus previsibles descalabros. También la credulidad de Sancho, y la sorpresa y el desconcierto de quienes lo ven pasar o se ven agredidos por él. Al principio no es difícil dejarse llevar: son solo pequeñas cosas, nadie sale herido de verdadera gravedad, y el caballero consigue levantarse y continuar ofreciéndonos diversión.
Ningún lector he conocido que se sienta culpable por reírse del Quijote; ninguno que haya dejado de hacerlo al darse cuenta de que Sancho tiene razón, el caballero es triste, y nos estamos riendo de los motivos de su tristeza. ¿Por qué? Me atrevo a decir que, en cierto momento del libro, todos nos percatamos de que, al reír de don Quijote y Sancho les estamos cobrando cariño. Hemos reído de ellos, es verdad, pero lo hemos hecho afectuosamente. Cada vez que lo hacemos, los queremos más. Y los queremos justamente porque, por medio de esa risa tan teñida a veces de tristeza, ellos nos han enseñado que, en el fracaso, el humor nos reconcilia y nos aleja de amarguras.
Reir, hacedme el favor de reir y que seamos muchos los que agrandemos la boca para reir. Las risas juntos siempre sientan mejor. Os recomiendo que lleguéis al final del mismo porque es cuan realidad que ocurre en muchos sitios de este país donde, unos energúmenos que son unos malos representantes nuestros, solo nos venden humo solo para el propio interés de sus bolsillos.
Un abrazo a todos.
Luis Moll.
Algunos habrán reído antes del Quijote : eso lo puedo admitir, pero a Cervantes cabe el mérito de haber traído al mundo una forma por completo distinta de hacerlo. Don Quijote protagoniza una serie de fracasos cómicos. Hacen gracia su empeño inicial, su fundamento irracional en las ficciones, sus discursos altisonantes, su torpeza y sus previsibles descalabros. También la credulidad de Sancho, y la sorpresa y el desconcierto de quienes lo ven pasar o se ven agredidos por él. Al principio no es difícil dejarse llevar: son solo pequeñas cosas, nadie sale herido de verdadera gravedad, y el caballero consigue levantarse y continuar ofreciéndonos diversión.
Ningún lector he conocido que se sienta culpable por reírse del Quijote; ninguno que haya dejado de hacerlo al darse cuenta de que Sancho tiene razón, el caballero es triste, y nos estamos riendo de los motivos de su tristeza. ¿Por qué? Me atrevo a decir que, en cierto momento del libro, todos nos percatamos de que, al reír de don Quijote y Sancho les estamos cobrando cariño. Hemos reído de ellos, es verdad, pero lo hemos hecho afectuosamente. Cada vez que lo hacemos, los queremos más. Y los queremos justamente porque, por medio de esa risa tan teñida a veces de tristeza, ellos nos han enseñado que, en el fracaso, el humor nos reconcilia y nos aleja de amarguras.
Reir, hacedme el favor de reir y que seamos muchos los que agrandemos la boca para reir. Las risas juntos siempre sientan mejor. Os recomiendo que lleguéis al final del mismo porque es cuan realidad que ocurre en muchos sitios de este país donde, unos energúmenos que son unos malos representantes nuestros, solo nos venden humo solo para el propio interés de sus bolsillos.
Un abrazo a todos.
Luis Moll.
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