26 de octubre de 2017

ANATOMÍA INDEFINIBLE DEL AMOR


 por Natividad Cepeda
Mis primeros recuerdos están envueltos en una nebulosa que me han acompañado desde mi infancia. Mi madre, siempre- y siempre es muy poco en la historia humana, y mucho para la mía propia- se ha preguntado por qué yo contaba con tanta precisión aquellos hechos si no contaba dos años de edad, pero lo cierto es que todo concuerda con lo sucedido.
En mi viaje al pasado, estoy durmiendo, me despierto con mucho calor; tanto que siento la necesidad urgente de salir de aquél encierro donde me asfixio. No puedo escapar, la cuna, alta, con barrotes de madera me hace escalar con mucho esfuerzo hasta poder deslizarme al suelo. Después, ando en busca de algo que calme aquél fuego, y no recuerdo cómo, llego hasta un pequeño lago de agua donde mojo los pies y agachándome hasta quedar en cuclillas, mojo mis manos en el agua y me las llevo al rostro y a la boca. Entonces una figura grande con la voz de mi madre, exaltada por el miedo, me grita que qué es lo que hago allí, me coge en brazos apartándome del agua, lo que hace que yo rompa a llorar porque quiero seguir mojándome. Dentro de aquella confusión soy consciente de que algo muy grave sucede, escucho voces y entre la niebla del tiempo hay rostros mirándome y manos que me palpan. Jamás recuerdo tener miedo porque la voz de mi madre no se aparta de mí. Luego todo se borra y no recuerdo nada más. La historia es sencilla, un bebé con neumonía al que le sube la fiebre y no puede respirar se sale de la cuna y llega a través de tres estancias hasta un patio grande donde al llover se forma un charco de agua, una madre asustada y un pediatra de la familia que al ver que aquello no remite dice que hay que hacer una traqueotomía. Miedo y angustia en todos y final feliz porque de pronto la fiebre remitió. Desde entonces la fiebre me dejó inmunizada. A estas alturas de mi vida muchos de los que me acompañaron se han ido, quedan mis padres y las voces protectoras que me ampararon. Cuando regreso a ese momento vuelvo a experimentar el gozo de sentir el agua en mi cuerpo y la voz de mamá a mi espalda llena de amor y terror. No he podido olvidar muchas otras voces susurrando a mí alrededor a la manera de cuando se reza sin voz y sin sonido. Y hay oscuridad, mucha oscuridad a mí alrededor, pero yo no siento miedo. El agua es mi otra piel, la familia el eje fundamental de mi vida.

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