Lo celebra la exposición «Martínmorales. El dibujo inagotable. Cincuenta años de contribución al humor gráfico español» que, hasta el próximo diez de diciembre, empapela las paredes del Museo ABC bajo el auspicio de la Fundación Cajagranada. Serán en torno a 150 viñetas, dibujos, cuadernos y objetos los que, de forma cronológica y tematizada y como él siempre lo hizo, sin necesidad de palabras, cuenten a quienes por allí se deslicen la evolución y el estilo de uno de los principales humoristas gráficos de siempre.
No podrá estar presente el viñetista en su memorándum, y por ello impera recordar: la caída de una rama de un árbol en su casa de Carataunas en el verano de 2010 propició un accidente que fracturó su cráneo y le causó graves secuelas, pero apenas borró por un puñado de meses el carboncillo que a diario impregnaba la libreta de Martínmorales. No pudo prolongar sus reivindicaciones en medios de comunicación, pero apenas pudo empuñar un lápiz comenzó a garabatear folios sin darse tiempo a despegarse de la cama del hospital. Por él seleccionaron el centenar y medio de obras de la muestra su mujer, Magdalena de los Heros, y el amigo del matrimonio que a su vez ejerce como comisario, Alejandro Víctor García, durante cuatro intensos meses.
«Aquí queda claro su espíritu independiente, los principios básicos de su dibujo», dice el comisario frente al mural que componen los dibujos aglutinados bajo el epígrafe «De Aznar a Bambi». Se han agrupado los trabajos de Martínmorales por fecha, pero también en función de la diana a la que dirigía sus dardos, de manera que el espectador disfruta en la misma medida tanto de una sátira descamisada como de una didáctica demostración del camino que la política española ha seguido durante el último medio siglo de Historia.
Comienza el trazo en el darwiniano apartado «En el origen fue el mono», donde se recogen las primeras tentativas de un bisoño proyecto de dibujante, cristalizadas en candidatura expresa a partir de las revistas de mediados de los setenta en las que logró colar sus caricaturas. De ahí a «La censura», su particular apología a la libertad de expresión con el picante aliño de un centenar de sentencias y citaciones judiciales que recibió entre el 76 y el 78. «Qué golpe el de aquel año» y «Felipismo» muestran al Martínmorales ya maduro, con el objetivo de Tejero y el 23-F en la primera y el progresivo desencanto con González en la segunda. Apenas requerirá explicación «De Aznar a Bambi», y si acaso será el apunte que brinda Víctor García: «Tenemos la suerte de poder proclamar que todo el mundo salía mal parado. Se molestaba si algún político se ponía contento por alguna de sus viñetas». La exposición se cierra con «Crisis», donde figuran algunas de las más destacadas publicaciones que hizo en sus últimos años como trabajador de ABC, la casa en la que estuvo entre 1994 y 2010.
Sería obtuso limitar el calado de la obra de Martínmorales al mensaje. Su lápiz radiografía de manera única y con un estilo pulido al calor de los libros técnicos, el estudio y el ensayo lo peor de la raza política de su tiempo. Y es por ello que el espectador podrá verse cautivado por semejante alarde crítico que camina innegociablemente de la mano del humor. Pero no es baladí pararse a contemplar la factura de su trabajo. Lo alaba su comisario, que se retrotrae a una frase de Andrés Rábago «El Roto»: «Decía de él que era el único que incorporaba elementos cinematográficos».
Serán otros dos colegas de oficio, los ilustradores de ABC José Manuel Puebla y José María Nieto, los que durante la retrospectiva darán dos clases magistrales (el 17 de octubre el primero y el 7 de noviembre el segundo) que enriquecerán una muestra que de facto funciona como oda al editorial no verbal. No en vano, por ahí encaminaba Martínmorales sus dos grandes ideales de publicación: que el mensaje no necesitase los ruedines del pie de foto y el bocadillo.
Constata la vocación desmedida del protagonista de la exposición De los Heros, quien lo vio hacer hasta cinco viñetas en un día, y que explica el significado del dibujo para su marido: «Es lo que lo conecta a la realidad. Encuentra placer haciéndolo. Ahora me doy cuenta de que en la actualidad se dibuja a sí mismo. Alguien en un sillón, comiendo, andando con un bastón…”. Y según lo dice, se lamenta por no haberse traído ninguna prueba a Madrid. «Para la próxima», se consuela.
El trazo como conexión al mundo
«Está bien, estable, contento», cuenta de Martín morales su mujer, Magdalena de los Heros, que ajusta sus palabras al impasible marco de las secuelas que aquel accidente del verano de 2010 causó en el ilustrador. Un tronco le rompió el cráneo y lo tuvo siete meses en la UCI. «Reconoce sus dibujos y lo entiende todo, pero lo que piensa lo verbaliza con dificultad. "No encuentro palabras", me dice a veces».
La hemiparesia le tiene sujeto a una silla de ruedas desde la que sigue la actualidad con atención. «Se duerme viendo películas, pero nunca telediarios o tertulias», explica De los Heros. El fútbol, que antes detestaba, es ahora uno de los platos que con más devoción degusta. Más aún si juega el Barcelona. También dibuja. Desde que estaba en el hospital, ella le acerca papel y lápiz para que lo haga. Y nunca dice que no.
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