POR MARÍA LUJÁN PICABEA
Jutta Bauer y Philippe Lechermeier. Figuras de Filbita,
Suele decirle a sus pequeños lectores que cuando él era un niño pasaba tanto tiempo solo que aprendió a hablar la lengua de las hormigas, también la de las mariposas, y de otros muchos bichitos silenciosos que andan por ahí.
Cosas nuestras. Foto de Vero Madrid, parte de la muestra en Corrientes
En varias ocasiones al dedicar sus libros, pregunta el nombre del interesado y escribe una receta en la que explica, con detalles, cómo cocinar al tal Mateo o Alicia, como si fueran un pollo con papas o un cordero guisado. Y eso deja perplejos más a los padres que a los lectores, habituados al código de Philippe Lechermeier. Es que dos de los condimentos esenciales de su cocina literaria son el humor y la ironía.
El francés Lechermeier es bien conocido por Princesas olvidadas o desconocidas , El diario secreto de Pulgarcito , más recientemente por el monumental trabajo de Una Biblia, todos junto a la ilustradora Rébecca Dautremer, pero también por Cuando yo era lobo y Cartas. Escritas con plumas y pelos , publicado en la Argentina por Adriana Hidalgo.
Sentado en el patio de un hotel de Palermo, el escritor busca en su morral de cuero marrón y saca una plancha de estampillas adhesivas y un sello postal que estampa en la primera página del libro Carta , donde poco después escribirá una extensa dedicatoria. Dice que siempre se le dio bien eso de la correspondencia y eso le dio una reputación que lo tuvo toda la escuela escribiendo esquelas a pedido de sus compinches. Pero entre muchas recuerda una que escribió en nombre de una gran amiga. “Cuando teníamos unos 25 años ella me contó que había encontrado a la persona con la que quería pasar su vida, que estaba muy enamorada. Me habló de él, de su pasión y me contó que quería decírselo, pero que no encontraba las palabras. Me preguntó si yo podría escribirle una carta. Le dije que sí y escribí como si fuera ella. Como es alguien que quiero mucho hice mi mejor esfuerzo, retomé la tradición del amor cortés”.
La carta llegó a su destino y resultó como se esperaba: los enamorados se casaron y tuvieron tres hijos. La familia de Lechermeier y la de su amiga mantuvieron siempre un vínculo cercano: cenas, encuentros, charlas y hasta vacaciones compartidas.
“El año pasado estábamos todos juntos en una terraza tomando vino y me quedé solo con ese hombre para el que mucho tiempo atrás había escrito en nombre de mi amiga. El me preguntó por qué creía yo que se había casado con ella. Respondí que no sabía, que probablemente porque es bella, inteligente y buena. Dijo que sí, claro, que todo eso era cierto, pero fundamentalmente porque alguna vez le había enviado un carta tan bella que le había hecho comprender que quería pasar cada día de su vida con ella. Le pregunté si él recordaba que decía esa carta y la recitó de memoria. Para mí ese momento fue fabuloso y por supuesto que guardé el secreto”, contó el escritor.
Lechermeier y la alemana Jutta Bauer, invitada por la Instituto Goethe, son las dos grandes figuras de esta edición del Filbita, y ambos estarán mañana, domingo 15, en la jornada de actividades Leer, jugar, imaginar, a partir de las 15 en el Espacio Cultural del Sur (Caseros 1750).
Jutta Bauer, ganadora del Premio Andersen en 2010, es autora e ilustradora de libros álbum de corte casi existencialista como Yo pasé por el infierno , Madrechillona , La Reina de los colores , Una pequeña casa en el bosque , Limonade y, por supuesto Selma , esa simpática oveja que sabe que el secreto de la felicidad está en las cosas que se eligen cada día.
Bauer conversa con periodistas, fotógrafos y autores. Acarrea de una mesa a la otra sus libros y encima de ellos sienta a una pequeña Selma de peluche: la hace berrear y la reta, juega, se ríe a carcajadas. Disfruta del templado aire de la mañana y, mientras arma un cigarro delgado de tabaco que fuma para acompañar su café con leche, dice que le gustaría darse un chapuzón en la pileta del hotel. Cuenta que su Madrechillona , uno de los únicos que se consigue por estos días en Buenos Aires, nació como un pedido de disculpas a su hijo, a quien le inventaba historias a la hora de dormir. “La mayoría de los padres son capaces de contar este tipo de historias, no se necesita ser un autor consagrado. El problema es que ellos no lo hacen. Parece que confiaran más en un material terminado que en su propia imaginación”, remata la autora, y apaga la colilla del cigarrillo.
Muestra
Imaginarios femeninos
Imaginarios femeninos
“Es fundamental estar atentas a las experiencias femeninas para poder ingresar al campo artístico la diferencia sexual”, escribe la especialista en arte contemporáneo María Laura Rosa en el texto que acompaña la muestra Cosas nuestras , sobre la diversidad en el imaginario femenino, que inauguró el pasado miércoles en el Museo Provincial de Bellas Artes, de Corrientes Capital.
Curada por la artista chaqueña Roxana Toledo, “la exhibición, dice Rosa, busca dar cuenta de las múltiples reflexiones que ante lo femenino están llevándose a cabo en el arte contemporáneo, principalmente argentino y paraguayo” y pone en el centro de la escena cuestiones de género que, en algunas regiones de nuestro país, son tratadas aún de manera solapada. La relación entre los sexos, sus dinámicas y las luchas simbólicas de poder. “En varias de las obras de la exposición las artistas reflexionan sobre el amor, el paso del tiempo y el cuerpo como un locus político que ya sea por presencia o por ausencia, por deseo o por violencia, va marcando nuestros mundos privados y públicos”, dice la especialista.
El arte como materia y como medio para simbolizar las fricciones entre las diferentes representaciones de mujer.
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