POR MATILDE SANCHEZ
Fernando del Paso. Al conocer la noticia del premio, en su casa de Guadalajara.
Fernando del Paso, flamante premio Cervantes, se presentó en la Feria de Guadalajara con unos anteojos espejados, estilo hombre mosca. Era a fines de 2012 y todos estaban felices de verlo porque un año antes una enfermedad se lo había llevado al otro lado pero se había arrepentido.
Era mi primera y única vez como parte de la delegación de autores argentinos en la Feria y la excepción obedecía a que yo estaba en el DF y la Cancillería negociaba ser el país invitado en el año de Cortázar.
Del Paso estaba ahí, todavía flaquísimo y con esos anteojos que convertían al genial autor de Noticias del imperio en su propia reencarnación pop. Acababan de reeditar El va y ven de las Malvinas y él estaba de espléndido humor en el stand.
Autor de novelas monumentales sobre episodios históricos de su país, es también un lector de gusto universal y un viajero entusiasta. Su libro reunía las crónicas de la guerra desde su puesto de periodista del Servicio Latinoamericano de la BBC, que transmitía en onda corta desde Londres. Su punto de vista proargentino no se correspondía con el de un simple infiltrado. Debido a la autonomía de opinión que le da su presupuesto propio, la BBC pasó toda la guerra enfrentada con Margaret Thatcher: “A apenas dos o tres días de la invasión a las islas, los británicos sacaron de la manga, de la noche a la mañana, una estación de radio en español, Radio Atlántico Sur. Ninguno de nosotros, los colaboradores de la BBC, identificó alguna de las cinco o seis voces que transmitían en nuestro idioma”. Le pedí una dedicatoria.
Una de las últimas noches en la Feria, buscando limar asperezas con una alta funcionaria argentina, le mostré el libro. Se había cumplido el aniversario de Malvinas y se me ocurrió recomendárselo como regalo para la Presidenta, el stand quedaba al lado. Me pidió que se lo dejara, me lo devolvería a la mañana.
¡Pero al otro día ya no estaba ahí, había volado con mi libro!, que tuve que comprarme un año después. Las veces en que me la volví a cruzar me hizo el feo. No quiero pensar que me haya robado el libro, quizá lo tomó prestado para la Corona (la nuestra).
Recuerda Fernando del Paso al final de su prólogo: “Como por arte de magia, desde el día siguiente a la victoria sobre la Argentina, desapareció el súbito orgasmo de patriotismo que habían experimentado los súbditos de Su Majestad británica, y todo quedó en calma. Radio Atlántico Sur se esfumó en la nada de la que había salido y la BBC tuvo –debo reconocerlo– la nobleza de no despojarme de mi empleo”. Vuelvo sobre el vaivén: esta habrá sido una modesta contribución a la soberanía argentina y la hermandad latinoamericana. Y un ínfimo aporte a la montaña de regalos presidenciales, que quizá se arrumben en un galpón, como las estatuas del ciudadano Kane.
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