El pecado de la ostentanción |

La noticia de la adquisición de un cézanne por casi doscientos millones de euros por parte del emirato de Qatar ha sorprendido al mundo.
En primer lugar, porque se duplica de golpe lo máximo pagado por un cuadro y, en segundo, porque gracias a esos golpes de efecto, el proyecto de convertir a ese país de Oriente Medio en un centro de atracción cultural adquiere cada día más importancia en este mundo de información global. Nosotros somos los que menos nos tendríamos que sorprender de esta noticia.
En primer lugar, porque se duplica de golpe lo máximo pagado por un cuadro y, en segundo, porque gracias a esos golpes de efecto, el proyecto de convertir a ese país de Oriente Medio en un centro de atracción cultural adquiere cada día más importancia en este mundo de información global. Nosotros somos los que menos nos tendríamos que sorprender de esta noticia.
Lo que ahora ve el mundo en Qatar tiene cierta similitud con lo que hace unos años ese mismo mundo veía en nosotros: un país que era un desierto para el arte contemporáneo, que en poco tiempo construyó grandes museos y centros de arte por doquier, llegando en pocos años a poseer una de las más amplias infraestructuras que para el mismo hay en el mundo en la actualidad.
Es una costumbre universal el apego que los nuevos ricos muestran por todo aquello que brilla y, en general, por el deleite de la ostentación. Los grandes patrimonios culturales mundiales son en buena parte hijos de estos pecados y un repaso sencillo a la historia confirma este hecho. Pero también nos puede mostrar cómo con la misma rapidez todo puede devenir en ruina. Seguimos atentos, todo va rápido, incluso acelerado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario